Fernando Gracia. Precedida por el aval de varios premios de importancia, se esperaba con cierta expectación por parte de la afición –que haberla, hayla- el estreno de “The disaster artist”. De entrada vaya por delante lo que considero una tontería: no traducir al español un título fácilmente traducible. Debe ser que los exhibidores piensan que ello le otorga una pátina de respetabilidad superior…
James Franco, detrás y delante de la cámara, aborda el increíble rodaje de una infumable película, “The room”, que un tal Tommy Wiseau filmó a principios de este siglo, que de tan mala que era acabó siendo lo que algunos denominan “un filme de culto”. En fin, cosas del frikismo o de la llamada subcultura, que también hay quien considera otra forma de cultura.
El tal Wiseau y un actor llamado Greg Sestero se conocieron a finales de siglo pasado, embarcando el primero de ellos al segundo en una aventura que resultaría increíble si no se supiera que fue verdad, como bien se las arregla Franco para demostrar en unos excelentes últimos minutos.
La película actual, la que nos ocupa, se mueve en los terrenos de la comedia e intenta ser una especie de crónica de lo sucedido, que de puro esperpento uno duda si pudo ser verdad. Debo confesar que el personaje brillantemente mimetizado por el propio James Franco en su faceta de actor, me repele casi constantemente, incluyendo en ese rechazo un acento sumamente desagradable, algo claramente observable si uno ve la película en versión original.
Luego uno constata que curiosa y tristemente el personaje era así y no puede por menos que aplaudir la habilidad de Franco para recrear el asunto. Por lo cual mi impresión como espectador deviene en contradictoria, ya que no disfruté mucho viéndola y sí lo hice en la reflexión final tras terminar la proyección.
Debo confesar que ni conocía la existencia de esa película –“The room”- ni la de sus protagonistas, que todavía andan por ahí haciendo cosas. Lo que no parece ser lo habitual, porque otros con los que he hablado sí parecían estar al tanto. Igual es que “a toro pasado…”.
Así las cosas resumiré diciendo que me ha parecido un filme muy interesante, retorcidamente divertido –sin risas, eso sí-, más bien informativo… pero sin el encanto que destilaba otra película con la que cualquier mediano aficionado la puede emparentar, como es el “Ed Wood” de Tim Burton.
Claro es que la película de Burton acababa empatizando con el considerado peor director de la historia, y hacía que nos cayera bien aquel amante de los jerseys de lana de angora. Y Franco no lo hace: deja que su personaje se desmadre; no explica ni justifica nada, seguramente porque nadie sabe a ciencia cierta quién es ni por dónde le da el aire, y se limita a contar.
Algunos ven en la película un homenaje al cine. Bueno, en tanto en cuanto no es demasiado duro, pues sí. Pero el único homenaje claro es un autohomenaje, ya que la primera película que están visionando ambos protagonistas es “Rebelde sin causa”, curiosamente –o no tanto- una de las de James Dean, personaje que valió a James Franco uno de sus primeros éxitos como actor –“James Dean, una vida inventada”, para la tele-.
Película, por tanto, para curiosos de la historia del cine. Un punto sobrevalorada a mi modo de ver, pero ya se sabe que esto de los premios no es ciencia exacta, y en el fondo son todos radicalmente injustos. O sea, como la vida misma.