Francisco Javier Aguirre. El mundo de magia está lleno de posibilidades. La variedad de los espectáculos puede satisfacer a todos los gustos. Pero el ofrecido el pasado sábado, día 6, en el Teatro del Mercado, resultó algo inusual, por no decir completamente distinto a lo que se ha podido contemplar en las sesiones de ilusionismo hasta ahora.
Contemplar es una forma de decir, porque toda la sesión transcurrió en la oscuridad, con los asistentes, que no espectadores, portando un antifaz desde el inicio de la sesión hasta su conclusión. Incluso el acceso a la sala hubo que hacerlo a tientas, guiados por los auxiliares del mago, el chileno, radicado en España, Juan Esteban Varela.
Una vez en la butaca, recibías una caja cerrada que quedaba adherida a la pierna izquierda mediante un fieltro. Comenzaba la sesión reclamando el director de escena a los asistentes un cambio de registro en sus percepciones. No verían nada durante una hora, como tampoco el mago, que actuaba igualmente con un antifaz. Había que creerlo, a pesar del dicho ‘ojos que no ven…’. Todo iba a consistir en sonidos, imaginación y tacto. El tacto aplicado a varios objetos situados en el interior de la caja, que en un momento determinado abrió cada cual siguiendo las instrucciones de Varela.
Resultó interesante por lo novedoso. Un planteamiento basado en la atención a las instrucciones y en su cumplimiento. Ningún riesgo, ninguna alteración, algunas sorpresas, bastantes sonrisas. Un espectáculo concebido para todos los públicos a partir de cierta edad (el programa señalaba los 8 años como base) dispuestos todos a integrarse en una experiencia única que permite activar el intelecto, la fantasía y la emoción.
El mago afirma que mientras una persona tenga la capacidad de imaginar, es posible estimular su fantasía con la ficción. Añade que mientras se tenga la capacidad de razonar, es posible intervenir en un proceso de interpretación y crear un misterio.
A lo largo de su actuación, utilizó ciertos recursos psicológicos, y en algún momento telepáticos, para conseguir los efectos deseados. Como él señala: “La vista, como cualquier otro sentido, es solo un medio. El objetivo final de la magia es la emoción y el asombro”. Lo consiguió.