Francisco Javier Aguirre. El título completo de la obra que se ha ofrecido durante el pasado fin de semana en el Teatro del Mercado es ‘Nuestro nombre se pierde en un vendaval’. Basado en textos de Angels Aymar, Alejandro Jornet y Miguel Ángel Mañas, el espectáculo, con grandes dosis de reflexión y de poesía, ha sido interpretado por María Pérez y Marissa Nolla, bajo la dirección de uno de los autores, Miguel Ángel Mañas.
Son cinco historias consecutivas que dibujan a cinco mujeres en situaciones difíciles, a veces con sus vidas truncadas y expuestas a las contradicciones del mundo contemporáneo. El primero de los textos titulado ‘Me voy a casar contigo’ revive el calvario de quienes se enfrentan a un divorcio ante el que quedan desprotegidas, no solo desde el punto de vista económico, sino sobre todo desde el emocional, e incluso desde una óptica social, aunque actualmente haya disminuido el rigor de esta visión. En el episodio se resalta el valor de la libertad, y se apuesta por su consecución, aunque sea más tarde de lo que hubiera sido deseable.
‘Porque no quiero ser como tú’ es el segundo momento, en el que se plantea el conflicto generacional que están sufriendo más las mujeres que los hombres, porque la dependencia ha sido mayor. Han contribuido a ello unas estructuras familiares arcaicas cuyo desmontaje ha sido y está siendo bastante difícil. La mayor complicación de la obra en su conjunto, como han señalado las actrices, es realizar los cambios de personaje sobre el propio escenario para diferenciar los diferentes roles.
El espinoso asunto del incesto y del abuso sexual es el tema del tercero de los episodios, titulado ‘Madera’. En él se afronta la dificultad de limpiar el espíritu, además del cuerpo, y de cómo enfocar la venganza que surge espontánea en el ánimo de la víctima. La desiguales relaciones de pareja, la fatuidad del hombre y sus veleidades se denuncian en el siguiente episodio titulado ‘Entre la duda y el matiz’, en el que la angustia de la espera, el desmoronamiento de la esperanza y la aceptación de la cruda realidad conducen a la mujer hacia una fortaleza interior que le impide el desplome derivado de la soledad. Como colofón, ‘Dorotea Vendaval’ cierra el círculo de esta representación llena de sugerencias, de mensajes subliminales, de preguntas y de propuestas de solución.
Ambas actrices desarrollan las historias con gran capacidad expresiva, una total compenetración y un lenguaje poético de largo alcance. La dramaturgia es simple pero significativa, con una iluminación muy oportuna y un fondo sonoro perfectamente acorde con el desarrollo del espectáculo.