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Escena de 'Foxtrot '.
Escena de ‘Foxtrot ‘.

Fernando Gracia. No abundan los estrenos de películas israelíes en nuestro país. Pero una de ellas, FOXTROT, recientemente reconocida con el Premio del Jurado en Venecia, arriba a nuestras salas aunque solo en versión doblada. En la oferta semanal parecía la propuesta más estimulante.

De entrada habrá que advertir al respetable que en absoluto es un filme musical alrededor de ese conocido ritmo. Por si acaso los chascos. Bien es cierto que las referencias al mismo abundan, e incluso la técnica para bailarlo supone en algunos momentos una suerte de metáfora bastante conseguida.

Amén de que Foxtrot es el nombre en clave de un puesto de control en una carretera en medio de la nada, instalado en uno de los abundantes lugares conflictivos de esa zona de Oriente Medio.

Sabido es que Israel es un país donde el servicio militar es obligatorio, y no solo eso sino que no es precisamente corto. El argumento de la película, desarrollado en tres partes claramente diferenciadas, nos presenta la vida de unos jóvenes soldados en ese puesto de vigilancia –temor, aburrimiento, compañerismo, insolencia- precedida de un primer acto y seguida de un epílogo en el que vemos a sus padres residentes en Tel Aviv.

Los padres recibirán un fuerte impacto en el comienzo e intentarán reponerse de otro en el final, y con esa base argumental Samuel Maoz compone un filme bastante inteligente, cuyo guion también firma. No un filme redondo pero sí notable y francamente recomendable.

Aunque a veces peque de cierta morosidad, sus aciertos narrativos, incluyendo algún toque casi surrealista –ese camello pasando de un lado a otro del control- hacen que la balanza resulte a mi modo de ver francamente positiva.

El filme deja entrever críticas hacia los propios israelíes así como saca a relucir los traumas que afectan a muchos de sus ciudadanos, representados en ese padre veterano de la guerra del Líbano, muy buen compuesto por Lior Ashkenazi, actor que se ha podido ver en otras ocasiones en filmes de diferentes nacionalidades.

Viene a mostrar otro tipo de sociedad alejada de la imagen ultranacionalista y ultrareligiosa que se suelen tener de ese pueblo. Todo ello sin excesivos subrayados y siempre con un aire muy triste.

Porque la película lo es, aunque sin cargar las tintas en excesos lacrimógenos. De hecho es en muchas ocasiones fría, seca y escueta. Pero siempre diáfana.

Un filme interesante, repito, aunque no reservado al público mayoritario.

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