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Penélope

Elenco de actores de la obra ‘Penélope’. / Foto: Ayuntamiento de Zaragoza.

Francisco Javier Aguirre. La mujer ha dado mucho juego a lo largo, a lo ancho y a lo profundo de la historia, pero ahora se sabe, se cuenta y se ve. Durante el presente mes de marzo, el Patronato Municipal de las Artes Escénicas y de la Imagen de Zaragoza ha organizado todo un ciclo de espectáculos vinculados por una palabra: mujer.

Incluso ha impreso un programa de mano específico para publicitar las 16 actuaciones ofrecidas bajo el paraguas de esta denominación de origen común. De la canción y la música, en todos sus estratos, al teatro y a las producciones visuales, los escenarios municipales han sido los focos que han alumbrado la fiesta.

Teatro, danza y música se conjugan en el espectáculo ‘Penélope’, ofrecido en el Teatro Principal durante el pasado fin de semana. Con guión y dramaturgia de Rafael Ponce, bajo la dirección de Ingrid Magrinyà, un elenco de ocho actores y actrices, incluida ella misma, desarrollan la danza más teatral o el teatro más danzado que pueda concebirse. Amparados en la música de Gonzalo Alonso, se suceden una serie de cuadros plásticos de enorme significado, con la posibilidad de que cada espectador elabore su propio imaginario. De la compasión a la ira, pasando por el sarcasmo y la fiesta, la mente y el corazón están abiertos-despiertos para pensar y sentir.

Hay un referente literario expreso en el título y en el texto del programa, la figura de Penélope y su personificación en la esposa del mitológico viajero Ulises, cuyas aventuras relata Homero, pero también un grito de modernidad recurriendo a la novela de James Joyce, ese giro copernicano en la narrativa operado a principios del siglo XX.

Con estos mimbres, los creadores del espectáculo estimulan la reflexión y la fantasía en un canto coral –al mismo tiempo que ejercicio de denuncia– sobre la situación de la mujer contemporánea. Se conjugan el mimo, la acrobacia, el ritmo, la parodia, la melodía, la voz, el susurro y la poesía para lanzar argumentos y sentimientos reclamando la humanización de las relaciones entre hombres y mujeres. En la trastienda, siempre Penélope moviéndose entre el instinto y la razón, mientras Joyce proclama la existencia de Dios a carcajadas mediante un grito en la calle.

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