Fernando Gracia. Debo confesar que me suelen interesar los trabajos que firma Javier Fesser. Fui testigo de la soberbia acogida que en su momento tuvo “Camino” cuando se vio por primera vez en el Festival de San Sebastián, disfruté de su primer Mortadelo y aunque no conecté como otros con su exitoso P. Tinto sí tuve consciencia de que aquel tipo prometía.
Por llevar su firma me he acercado con esperanzas a ver “Campeones”, aunque algo receloso por si la cosa fuera a ser demasiado almibarada y excesivamente buenista. Pero la impresión final ha sido positiva, ya que aun con las objeciones que se le puedan poner debo confesar que las dos horas de proyección las he pasado con una sonrisa instalada en mi rostro, que tantas proyecciones han visto con gesto circunspecto.
El asunto ya lo saben: entrenador de baloncesto que tiene que cumplir una condena sustitutoria haciendo una serie de horas de trabajo para la sociedad. En este caso hacerse cargo de un equipo de baloncesto formado por discapacitados mentales.
Con un guion que no aporta grandes sorpresas pero que fluye hábilmente sin caer en excesos sensibleros, la comedia se ve siempre con agrado y cumple dignamente con su objetivo de hacer una obra amable, algo crítica y siempre constructiva.
Sí, ya sé que siempre queda más lúcido lo sórdido y lo negativo. Pero qué quieren que les diga, de vez en cuando uno gusta ver títulos impregnados de espíritu capriano –por Franz Capra, no se asusten-, sabiendo que todo acabará saliendo más bien que mal.
Fesser ha trabajado con personas discapacitadas, lógicamente no profesionales, y ha sabido extraer de ellas unos resultados sobresalientes. Parece ser por lo que he podido leer que la predisposición de Javier Gutiérrez ha sido fundamental para que todos funcionen en la película como acaban funcionando en la ficción, como un equipo. Lección de vida que no por sencilla y evidente resulta menos importante, sobre todo cuando se cuenta con sencillez y habilidad.
La película arranca alguna que otra risa en los espectadores, sobre todo por el juego que dan esos inesperados protagonistas que son el heterogéneo grupo que ha seleccionado Fesser para representar a tantos aquejados de parecidos males, tras los que es fácilmente reconocible su condición de personas con iguales derechos que aquellos que nos consideramos “normales”.
Entre todos me quedo con un tipo medio cegato, hipocondríaco, que regala algunas de las mejores frases de la película. La película, aun arrancando las risas de los espectadores, es siempre muy respetuosa sin caer en el ternurismo, lo que acaba por ser una de sus mejores virtudes.
El reciente ganador del Goya está impecable, como acostumbra. Le acompañan Athenea Mata como su esposa y tres veteranos de lujo: Luis Bermejo, Juan Margallo y nuestra Luisa Gavasa, en esta ocasión con un papel no dramático que solventa con la calidad que todos le conocemos. Y que nos obsequia con unas conversaciones con Gutiérrez, aquí como su hijo, francamente jugosas y divertidas.
Estamos ante una película muy agradable, buen cine comercial hecho con oficio y dignidad, sin recurrir a malas artes y francamente defendible. Y además no contaminado por el estilo de comedia que parece triunfar en la pequeña pantalla. Si acaso en la primera parte de la película con algún detalle en el personaje de Javier Gutiérrez que le aproxima lejanamente a su papel en la serie “Vergüenza”, serie que aprovecho para recomendar aunque a algunos le resulte molesta de ver.