Francisco Javier Aguirre. La obra que presentaron los alumnos de tercer curso de la Escuela Municipal de Teatro de Zaragoza no es de las más conocidas de Bertolt Brecht, pero sí de las que permiten una actuación global y transmiten las vivencias individuales de cada uno de los actores.
Los pasados días 12 y 13, el Teatro Principal les dio cabida para mostrar en escena esta obra en versión y adaptación de Rafael Campos, que corrió también con el montaje escénico y la dirección. Junto a él, un cualificado equipo de colaboradores, desde Laura Sanz, diseñadora del vestuario, hasta Manuel Buenaventura ayudante de dirección, con Javier Anós, responsable de la iluminación, Ana Bruned del maquillaje, Elia Lozano de las coreografías, María Pérez del canto, Marisa Nolla de la voz, Amparo Nogués de las pantomimas y Arantxa Azagra de la expresión corporal.
La pieza de Brecht permite a cada actor mostrar sobre el escenario las habilidades adquiridas durante tres años de carrera, en un proceso docente de alta calidad, aunque de momento no haya conseguido el reconocimiento oficial. Es una deuda que tiene la administración pública con los esforzados profesores y alumnos de la Escuela Municipal. Van saliendo una tras otra promociones muy cualificadas y al parecer nadie toma cuenta de ello en las esferas oficiales.
Sin embargo, los espectadores se encuentran con unos actores y actrices que en nada se diferencian de los formados en otros centros de reconocido prestigio. Hay quien dice incluso que los superan. Lo han demostrado de sobra en esta puesta en escena de una pieza escrita en 1936, pero que mantiene su plena vigencia. Los conflictos actuales entre etnias, en medio de coyunturas políticas confusas y muchas veces delictivas, son denunciados a través de la ficción dramática.
Todas las obras del dramaturgo alemán están ligadas a razones políticas y tienen un cuidado desarrollo estético, que la versión de Rafael Campos magnifica. Desde sus inicios presentó Brecht una radical oposición a la forma de vida y a la visión del mundo a través del teatro burgués. Desarrolló una nueva fórmula que se prestaba a representar la realidad de los tiempos modernos de forma burlesca, cosa evidente en la obra comentada. La crítica a la dictadura nazi, de la que el autor tuvo que huir, es evidente. Los actores y actrices entraron en el argumento con mucho sentido, consiguiendo una representación de gran impacto estético y conceptual.