Un segundo antes

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Escena de 'Misión Imposible'.
Escena de ‘Misión Imposible’.

Fernando Gracia. No creo que se pueda considerar spoiler –antaño, destripar- decirles que el cataclismo se soluciona un segundo antes de que estallen los artefactos que nunca faltan en estas películas. O sea, que se mantiene la tradición. Hasta llegar a ese punto, dos horas y veinte minutos más o menos de acción trepidante que apenas da respiro al espectador.

Poco más o menos eso es lo que ofrece la sexta entrega de las andanzas de Ethan Hunt, ahora tituladas “Misión imposible. The fallout”. Así, en inglés, para darle más pátina de respetabilidad. Y a fe que lo cumple con buena nota, una vez aceptada la propuesta más propia de los tebeos que otra cosa y con el único fin de entretener siempre que uno dé por bueno todo lo mostrado y no se plantee otras disquisiciones.

Los que hace tiempo peinamos canas guardamos en un rinconcito de la memoria la extraordinaria banda sonora de la serie original de televisión, que en la década de los sesenta triunfó en medio mundo, incluido en nuestra televisión patria, entonces sin problemas de “share” –no había otra-. Con buen criterio la música de esta nueva entrega utiliza como base el trabajo de Lalo Schifrin, argentino felizmente vivo que pasará a la historia por haber compuesto tan extraordinario tema de fondo.

Ese importante detalle, más mantener la forma en la que Ethan recibe las instrucciones para el nuevo caso –recuerden: “este mensaje se destruirá en diez segundos…”-, más el terminarla con el consabido cuenteo hacia atrás de un inexorable reloj hace que quien suscribe, como viejo espectador y consumidor de cine, la tenga que recibir con agrado. Si a eso se añade que la película está extraordinariamente bien filmada y que no me he perdido demasiado en la línea argumental, solo me cabe reconocer que lo he pasado bien.

París, Londres y Cachemira son los escenarios de la trepidante acción, en la que casi hay más peleas a tortazos que en las viejas películas de Lemmy Caution o en las de Trinidad y su amigo. Y persecuciones, claro. Muchas persecuciones, caídas, precipicios… Pero sería injusto no hacer mención a que el guion se detiene en algunos momentos para mostrar detalles del carácter y de la vida de este personaje encadenado de por vida a la figura de Tom Cruise, que le hacen más humano de lo que se acostumbra en este tipo de filmes.

Posiblemente sea la película más conseguida de la saga, un trabajo al que parece haber consagrado sus esfuerzos el actor, quien cumple sin problemas con su papel, favorecido por esa especie de pacto con el diablo que ha debido hacer para seguir apareciendo con aspecto juvenil, como si no hubiera saltado limpiamente de los cincuenta.

Para ser políticamente correcto los mamporros los reparten tanto los varones como las féminas, con el aditamento de ver como jefa de la CIA a la morena Angela Bassett –recuérdenla interpretando hace años a Tina Turner-. Eso es matar dos pájaros de un tiro: una dama y además de otra raza que la dominante.

Christopher Mc Quarrie firma el trabajo, como ya ha hecho un par de veces con su amigo Cruise. Al parecer éste, que pone una buena pasta en el proyecto, está contento con el oficio que despliega el director. Cabe pensar que no será la última vez que trabajen juntos, porque esta entrega tal parece que va a dar mucho dinero en taquilla.

Producto ideal para combatir los calores, por encima de la media de lo que ofrecen de ordinario los blockbusters –a perdonar, por el palabro-. No engaña y da lo que ofrece, con oficio y profesionalidad. Para productos más sesudos y profundos esperaremos a la vuelta de vacaciones.

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