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La mamma

Escena de ‘Benzinho. Siempre juntos’.

Fernando Gracia. En plena canícula no es fácil encontrar títulos que excedan de la simple condición de pasatiempos, preferentemente diseñados para el público más joven. Así, pues, el estreno de un filme brasileño que tuvo buena acogida en el Festival de Málaga, donde ganó el premio al mejor trabajo iberoamericano, invita al aficionado a verlo aunque ni su director ni sus actores sean conocidos por estas tierras.

Aquí se ha subtitulado la película como “Siempre juntos”, aunque el original de “Benzinho” bien se podría haber traducido como “cariño” o algo similar –según me informo en el traductor de Google-. Tanto un título como el otro pueden despistar a hipotéticos espectadores, que a lo mejor piensan que van a ver una película romántica. Y no es así, ni mucho menos. Aunque amor no falta, pero en otras modalidades.

La trama nos sitúa en una población pequeña cercana a Río de Janeiro, en una familia compuesta por matrimonio, cuatro hijos varones y la hermana de la mujer y su hijo huidos de la violencia del marido y padre. No hay grandes peripecias, pero vemos fluir en la pantalla retazos de vida. Dificultades, pequeñas miserias, alegrías, un amor desbordante de esa mamma a la italiana, los sueños del marido –un emprendedor, se podría decir, aunque de suerte escasa-, mucho diálogo, mucha sensación de verdad…

En el fondo una película como muchas que hemos visto pero con un cierto toque entrañable que hace que poco a poco nos vaya ganando. El toque naturalista que Gustavo Pizzi, el director, imprime a la película hace que se siga con agrado aunque enseguida intuyamos que nada extraordinario nos va a ofrecer el guion, aunque tampoco le hace falta.

El excelente trabajo de la pareja protagonista, Karine Teles y Otavio Müller, muy conocidos en Brasil según leo pero inéditos para nosotros, contribuye poderosamente en el buen tono de esta modesta producción. Incluso su aspecto corriente, nada glamuroso, contribuye a la verosimilitud de sus trabajos, plenos de humanidad.

No falta un leve toque surrealista al guion, con esa casa a medio hacer donde viven, que cada vez se va desmoronando más, aunque ellos siempre continúen con empuje mirando hacia adelante, como de hecho hacen y han hecho desde tiempo inmemorial tantas y tantas parejas que se aman. Por eso ese apelativo tan usado en Brasil de “benzinho” es tan apropiado a esta trama.

Película sencilla pero no banal. Amable, positiva e incluso refrescante. Un pequeño oasis dentro de la programación para contentar suficientemente al aficionado.

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