Fernando Gracia. Como un oasis dentro de la poco estimulante programación en estas fechas veraniegas, el aficionado puede congratularse que esta semana haya llegado a nuestras pantallas una producción noruega, titulada por estos lares como “El viaje de Nisha”, título acertado aunque lejano al original, que según me informa el traductor de Google vendría a ser algo así como “¿Qué quiere decir la gente?”. Curiosamente en esta ocasión me parece más atinado el español, alguna vez habría de ocurrir.
La trama nos muestra la vida de una muchacha de 16 años, que vive en el país nórdico con su familia pakistaní. Se mueve entre las costumbres y tradiciones de los suyos y el ambiente más liberal que respira en la calle y con sus amigos del colegio. Su familia se relaciona con otros pakistaníes y está muy mediatizada por “el qué dirán” sus compatriotas.
La muchacha tontea con un chico noruego y comete un error dejándole subir a su habitación, aunque la cosa no pasa a mayores. Pero no opina igual su familia, desatándose el conflicto que irá subiendo de tono y acabará por componer el núcleo de la trama, en gran parte desarrollada en Pakistán, a donde la lleva su padre para “reeducarla”.
El guion parece seguir lo ocurrido a la propia directora, también residente en Noruega y de ascendencia en el país asiático, Iran Haq. En líneas generales está bien estructurado y tiene como mayor virtud, a mi modo de ver, el intento de huir del maniqueísmo al que bien se podía haber visto abocado.
No estamos ante una película de buenos y malos. Hay bastantes matizaciones y un estudio francamente bien conseguido de la personalidad de la chica protagonista, que se mueve entre dos mundos muy difíciles de conciliar. Basta con que miremos a nuestro alrededor para constatarlo.
El guion hace hincapié en asuntos como el honor familiar, la corrupción policial, el papel de los servicios sociales en las sociedades occidentales más avanzadas –se desarrolla en Noruega, no lo olvidemos- y sobre todo la dificultad de integrarse en sociedades diferentes. Todo ello con bastante seriedad, lejos del tono de comedia de películas como “Oriente es Oriente” o “Quiero ser como Beckham”, por poner dos buenos ejemplos.
Hay dos momentos cumbres en la narración, ambos realmente duros, muy bien resueltos por la directora. La mirada de la actriz protagonista, Maria Mozhdah, sirve de eficaz contrapunto a esa dureza y hace que el espectador empatice con ella. Ni que decir tiene que el filme es absolutamente recomendable sobre todo para las espectadoras, amén de para todo aquel que quiera y sepa ponerse en la piel del género femenino, que tantos problemas arrastra en algunas sociedades, al menos visto desde nuestros ojos occidentales.
Un filme interesante, sin duda. Y un pequeño respiro para los buenos aficionados. De hecho, me atrevo a decir que es uno de los títulos más recomendables de los estrenados en esta canícula. Olvidémonos de calificativos más espectaculares, que tampoco hace falta alimentarse de ellos continuamente. Simplemente cine bien hecho que nos invita a pensar, lo que tampoco viene mal aunque fuera haga tanto calor.