Fernando Gracia. A principios de los setenta una serie de delitos cometidos por un muchacho de aspecto angelical conmocionaron a la opinión pública. La prensa le llamó “El ángel negro”, por lo que la película que ahora nos llega, inspirada en el personaje y sus delitos se llama con buen criterio “El ángel”. O sea, como una vieja película de Raphael.
Aquí también hay muchas canciones, aunque no las canta el protagonista. Son la música de fondo de un guion que cuenta con aire colorista, estética almodovariana –los hermanos Almodóvar participan en la producción-, las andanzas de un chaval con aire angelical, rizos adorables y ausencia de moral, sin la menor “lógica” de los ladrones al uso. Simplemente, según le da el pronto, roba y mata.
Me ha parecido una propuesta francamente interesante, ya que el espectador se pregunta continuamente el porqué de todo aquello. ¿Será una patología? ¿Es la maldad en estado puro? ¿Cómo puede ser que esto ocurra siendo que no proviene de un hogar problemático? El director, Luis Ortega, no opina, simplemente muestra y lo que se ve es realmente duro, aunque esté envuelto en una hermosa estética y de fondo se escuchen temas como “No tengo edad” –bueno, es evidente que no la tiene el protagonista para lo que hace-, “Corazón contento”, “La casa del sol naciente” y una serie de rocks argentinos muy curiosos.
Viéndola se vienen a la memoria títulos como “Clockwork orange” de Kubrick o las “Funny games” de Hanneken. Hasta el aire del actor, por cierto casi clónico al auténtico delincuente según se puede ver en internet, recuerda la figura de Michael Pitt, protagonista de la versión americana del filme de este último.
Me ha complacido volver a ver en pantalla a Cecilia Roth, en esta ocasión en el rol de sufrida madre del protagonista. En el de su esposo y padre del muchacho Luis Gnecco, a quien no hace mucho veíamos encarnando a Neruda o en “La mujer fantástica”, ganadora del óscar a mejor película extranjera.
Filme duro, poco complaciente, muy bien filmado y con el mérito de no dejar indiferente al espectador. Y desde luego muy lejano a las habituales películas sobre robos. Esto va de otra cosa, y da miedo. A mí más que esto del Jalogüin, ya ven.