Francisco Javier Aguirre. Inter Nos es el título intencionadamente ambivalente de la primera novela de Jesús Miguel Mostolac, nacido en Adahuesca (Huesca), en 1957, pero no se trata de una obra primeriza, sino de un testimonio de la madurez perceptiva y expresiva del autor. Llama la atención en el texto, realizado con gran pulcritud, la presencia de abundantes términos poco usuales en el lenguaje ordinario, aunque siempre correctos.
Mostolac ha presentado hasta el presente todas sus publicaciones en lengua aragonesa, pero evidentemente domina la castellana a la perfección. La novela, además de su dimensión lingüística, también la tiene argumental. Distribuida en 65 capítulos, alcanza las 500 páginas de una prosa intensa y consistente, a veces abrasiva, para narrar en primera persona la biografía de Bienvenido Padilla, un niño que es recluido en un internado religioso a consecuencia de su espíritu violento.
Sus padres esperan que la severa disciplina del centro consiga doblegar su carácter, pero el resultado es el inverso. El niño de 10 años que ingresa en el internado será expulsado a los 17, convertido en un sujeto peligroso. Antes de su partida, uno de los sacerdotes aparece muerto de forma violenta. Las pesquisas policiales resultan infructuosas.
El protagonista inicia su vida adulta manipulando con sagacidad su entorno, albergando intensos deseos de venganza porque en el interior del internado ha sufrido vejaciones nefandas. Las primeras líneas de la novela ya lo dan a entender.
El desarrollo argumental es prolijo, recorre diferentes escalas personales y sociales, está situado en la última etapa de la dictadura franquista y todo el texto destila las ansias de libertad que entre la juventud de la época se desataron con resultados a veces imprevisibles.
En la novela conviven perfiles intelectuales y emocionales que retratan bien el momento, utilizando todo tipo de recursos. Hay un trasfondo irónico en muchas de las situaciones, que pueden llamar la atención del lector por cuanto se contraponen a las opiniones imperantes socialmente, por ejemplo respecto a la prostitución. El protagonista, entre sus muchos negocios, ha montado una red de prostíbulos que son en cierto sentido centros de beneficencia para mujeres descarriadas, a las que se trata con un respeto y una consideración inusuales.
A lo largo de la trama van reapareciendo algunos de los personajes con los que convivió en su adolescencia, que acaban desempeñando un papel importante en el devenir del protagonista. Precisamente uno de ellos hará posible un final sorprendente, con el que la novela cierra su trama de forma impecable desde el punto de vista literario. Antes, se desvela el misterio de la muerte del sacerdote que determinó su expulsión del centro.
La novela integra elementos biográficos, eróticos, policíacos, sociológicos, políticos y religiosos que constituyen todo un laberinto de pasiones, al mismo tiempo que se convierten en un alegato contra la educación recibida en algunos internados religiosos durante las décadas que siguieron a la guerra civil española.
Es también un análisis de las consecuencias a que puede llegar un individuo cercado por la soledad, y que busca como única salida la destrucción de su entorno, a pesar de las situaciones paradójicas comentadas.