Fernando Gracia. Las pocas películas estrenadas en nuestro país del griego Yorgos Lanthimos, solo tres, no hacen pensar en él como el director idóneo para una de época. Una de ellas, ‘Canino’ tuvo bastante aceptación y generó no poca polémica, y aparentemente tiene poco que ver con ‘La favorita’, aunque profundizando se podrían encontrar paralelismos en cuanto a la dureza de las relaciones que en ellas se muestran.
La acción nos sitúa a principios del siglo XVIII en la corte de la reina Ana de Estuardo, aunque esto hay que intuirlo con algunos pequeños detalles que se deslizan en el guion, que el espectador puede luego ratificar acudiendo a la Wikipedia o a sus conocimientos de la historia de Inglaterra.
A esa corte llega una joven que dice ser de familia bien venida a menos, dispuesta a entrar al servicio de la dama de compañía de la reina, que ejerce también como consejera, amante y valido a la manera de lo que se llevaba por aquellas épocas.
El guion se centra en las complejas relaciones entre las tres mujeres, con la ambición, el despotismo y la crueldad campando por sus anchas, no solo entre ellas sino en el ambiente que les rodea.
La belleza de la puesta en escena, el continuo deseo del director de filmar saliéndose de lo habitual –lo que le lleva a cometer algún que otro exceso visual, para demostrar a la parroquia su presunta genialidad-, lo atractivo que suelen ser las películas de época a poco que el presupuesto sea generoso y sobre todo la soberbia actuación del trío central, hace que la película se vea con creciente interés, a pesar de lo visto no sea en exceso original precisamente.
De estas tres actrices dos son muy habituales en nuestras pantallas, Emma Stone –recuérdenla recientemente en “La laland”- y Rachel Weisz –“Ágora”, entre muchas más-. Pero la sorpresa agradable es Olivia Colman, habitual en series británicas, que encarna una reina poco habitual, escasamente agraciada, estropeada por el paso del tiempo, enferma de gota, o sea poco o nada glamurosa. Su labor ha sido reconocida en Venecia y en los Globos de Oro. Y lo que le puede quedar…
Por momentos su visión me recordaba a ratos ‘Las amistades peligrosas’ –con menos refinamiento y mala leche, eso sí-, y a ratos el ‘Tom Jones’ de Tony Richardson y Albert Finney –con menos desvergüenza y frescura-, sin olvidar los aciertos lumínicos de ‘Barry Lyndon’ sin superar a mi modo de ver a ninguna de las tres, lo que no obsta para que me haya parecido una película perfectamente recomendable. Y para guinda final hasta he creído atisbar algún detalle a lo Peter Greenway. Aunque igual son imaginaciones de quien suscribe.
Como Lanthimos va de artista se permite planos filmados con lente ojo de pez, comprime y expande planos hasta centrarse la imagen en un punto o alterna la música de la época con otra en algunas escenas que no pasa de ser un ruido hasta molesto.
En favor suyo añadiré que aun durando un par de horas no se me ha hecho larga y que el ritmo in crescendo de la película ha hecho que no decayera por mi interés, lo que siempre es de agradecer.