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‘El Cuento de la Comadreja’

Fernando Gracia. Juan José Campanella tocó cielo cuando levantó la estatuilla del óscar con “El secreto de tus ojos”. Para entonces ya le había sonreído la taquilla no solo con esa película sino con “El hijo de la novia”, aunque a quien suscribe la película que más le hizo disfrutar fue “Luna de Avellaneda”, pero ya se sabe que esto va en gustos.

Con estas premisas uno se acerca a ver su último trabajo, “El cuento de la comadreja” con cierta expectación, máxime cuando ve al frente del cartel un puñado de glorias de la escena y la pantalla argentina. Y, aun concediendo que no estamos ante un producto redondo, no puedo decir sino que me ha hecho pasar un rato sumamente entretenido, lo que no quiere decir que a todo el mundo le vaya a parecer igual.

Me explicaré: como buenos argentinos hablan y hablan sin parar. Y no a todo el mundo le hace gracia eso. Los diálogos me han parecido ingeniosos, mordaces en su primera hora, muy bien matizados por las soberbias voces de sus actores, pero todo ello se valorará si el espectador entra en el juego. Porque se trata de un juego perverso adornado con humor negro por momentos muy conseguido. En cierta forma a la manera de las viejas películas de los Estudios Ealing.

Y es que el cine está muy presente en la trama, en primer lugar porque los personajes son gente que se ha dedicado en tiempos pasados al séptimo arte: una diva de la actuación, su esposo actor, un guionista y un director. Todos ellos viven en una mansión lejos de la capital, aferrados a sus recuerdos y sus rencillas. Su vida se verá alterada por la irrupción de una pareja de atractivos jóvenes, que enseguida comprobaremos que no son lo que fingen ser.

La actriz, Graciela Borges, en un rol que remite vagamente al de Norma Desmond en “El crepúsculo de los dioses”, juega con nuestra memoria de espectadores, quienes no sabemos si su personaje va a derivar hacia la tragedia como en el famoso filme de Wilder, o si se moverá por los terrenos de la comedia negra. Como detalle cabe añadir que no falta una escalera que recuerda claramente a la de la mansión donde vive el personaje que interpreta Gloria Swanson.

El marido Luis Brandoni, el guionista Marcos Mundstock –uno de Les Luthiers, que deja caer cada una de sus frases con un absoluto dominio de la comedia- y el director Oscar Martínez –“El ciudadano ilustre” entre muchos de sus éxitos-, se están continuamente zahiriendo verbalmente en una incesante sucesión de diálogos que nos lleva a pensar en una función teatral. Diálogos francamente divertidos a mi modo de ver que nos remiten a títulos como “The party” e incluso, por qué no, a la memorable “La huella”.

Porque al igual que esos precedentes el filme no es sino un enorme artificio, eso sí, brillante en su mayor parte. O al menos así me lo ha parecido. Una comedia al fin y al cabo con la que por fin he podido sonreír, lo que no suele ser habitual desde hace mucho tiempo.

Y vuelvo al principio. Si les cansa o les abruma la cháchara –y hasta el acento- de unos cuantos argentinos que se saben ingeniosos, mejor se lo piensen. Si por el contrario  les gusta dejarse mecer por ese acento, si les gustan las tramas medianamente ingeniosas y las réplicas brillantes les garantizo un poco más de dos horas bien aprovechadas.

Si además han visto mucho cine y se acuerdan más o menos de lo que han visto podrán disfrutar de unas cuantas referencias bastante graciosas. No le pido mucho más a un divertimento, que no otra cosa es este “cuento”. Ojo, que por algo ha puesto Campanella este vocablo en el título.

Y como toque final, añadir que la pareja joven no desmerece de sus brillantes compañeros de reparto. Ella es Clara Lago, que hace uso de un más que aceptable acento argentino además de estar muy guapa como “femme fatale”. Y él es Nicolás Francella, hijo de Guillermo –“El clan”, “Corazón de neón” entre otras-, con la misma mirada que el padre y que apunta muy buenas maneras.

Sigue teniendo buen pulso el bueno de Campanella, con lo difícil que es tras ganar un óscar y tener que empezar a pedir disculpas por ello, como a tantos le ha ocurrido. Búsquense ejemplos alrededor nuestro.

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