La Diputación de Zaragoza expone desde hoy en el palacio de Sástago las obras y los proyectos de Rafael Moneo en Aragón. La muestra es la primera exposición monográfica sobre las creaciones ‘aragonesas’ de uno de los arquitectos más importantes del último medio siglo y ha sido organizada con la colaboración del Colegio de Arquitectos de Aragón. Se inaugura esta tarde a las 19.00 y podrá verse hasta el próximo 5 de enero.
En 1996, Moneo (Tudela, 1937) se convirtió el primer español galardonado con el premio Pritzker, considerado el Nobel de la arquitectura. También ha sido distinguido con el premio Príncipe de Asturias de las Artes (2012) y con otros muchos reconocimientos nacionales e internacionales. Entre sus proyectos más conocidos se encuentran la ampliación del Museo del Prado, el auditorio Kursaal de San Sebastián, la ampliación de la estación de Atocha, el Museo Thyssen-Bornemisza, la catedral de Los Ángeles, la sede de la Fundación Miró en Palma de Mallorca, los zocos Sur de Beirut, el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida.
Dentro de esa amplia y reconocida trayectoria de más de medio siglo, la exposición ‘Moneo en Aragón. 1964-2010’, que ha sido comisariada por Sixto Marín, reúne las obras y los proyectos que el gran arquitecto navarro ha concebido para esta Comunidad: la fábrica Diestre, en Zaragoza; la Fundación Beulas, en Huesca; la remodelación del balneario de Panticosa; el complejo Aragonia, en Zaragoza; y los proyectos presentados para la remodelación del casco histórico de Zaragoza, para la reforma de la Diputación de Huesca y para el Museo Aragonés de Arte Contemporáneo, en Zaragoza.
Tras visitar la exposición, y durante la presentación a los medios de comunicación, Moneo ha mostrado su «agradecimiento profesional y académico, pero también personal» a los artífices de la muestra. «Pueden estar seguros de que han conseguido su objetivo, me he encontrado una exposición muy bien montada y ordenada que inmediatamente me ha trasladado a la gran importancia que Aragón ha tenido en mi carrera», ha destacado el arquitecto tudelano, quien ha recordado que su madre era de Huesca y que siempre ha tenido una gran vinculación con Zaragoza que empezó a través de los amigos de sus padres.
«Darme de bruces con la fábrica de Diestre ha sido muy emotivo», ha insistido Moneo. «Estas tierras situadas junto al Ebro aguas abajo de Tudela han sido un horizonte que me ha acompañado durante mi adolescencia y también en los inicios de mi carrera profesional».
«Probablemente uno de los mayores halagos que le han podido hacer a Rafael Moneo es definirlo como un arquitecto sin estilo, en el sentido de que no ha impuesto una visión predeterminada en sus proyectos, sino que los ha hecho dialogar con su entorno», ha destacado por su parte la diputada delegada de Cultura de la DPZ, Ros Cihuelo. «Capaz de aunar a la perfección tradición y modernidad, Moneo ha sabido distinguir sus edificios con atmósferas totalmente dispares a través de un estilo carente de histrionismos».
Cihuelo ha agradecido a Moneo que aceptara la celebración de la muestra y que además diese su visto bueno a que tenga lugar en el palacio de Sástago, un espacio privilegiado que conoce bien por los fuertes vínculos familiares y afectivos que le han unido a Zaragoza y a Aragón.
«Con esta iniciativa damos a conocer unas creaciones que hasta ahora no habían sido muy divulgadas y además somos capaces de responder al reto de mostrar un conjunto de proyectos y obras de Rafael Moneo vinculados a un territorio concreto, no a una etapa o una tipología determinadas», ha explicado la diputada. «El resultado final es una exposición magnífica que ayuda a difundir y valorar la trayectoria ‘aragonesa’ de uno de los grandes maestros de la arquitectura contemporánea».
Fotografías, maquetas, croquis, un audiovisual…
En la muestra, las fotografías y las maquetas de las obras y los proyectos de Moneo en Aragón se complementan con otros contenidos destinados a enriquecer la experiencia del visitante y ahondar en la comprensión de los edificios expuestos. De este modo, en el palacio de Sástago también se pueden ver reproducciones ampliadas de los croquis que Moneo realizó para sus proyectos ‘aragoneses’ acompañadas de las libretas originales en las que fueron pintados.
En otra sala se expone mobiliario diseñado por Moneo, un diorama que contextualiza sus obras ‘aragonesas’ dentro del conjunto de toda su obra y una selección de los libros escritos que ha escrito.
Por último, la exposición ofrece un audiovisual con una entrevista exclusiva al arquitecto realizada para esta ocasión en el que también se incluyen testimonios de otros profesionales e imágenes actuales de las realizaciones de Moneo.
Además, la Diputación de Zaragoza ha editado un catálogo de la muestra en el que un grupo de arquitectos, profesionales de la Escuela de Ingeniería y Arquitectura de la Universidad de Zaragoza, publican diversos textos que analizan y contextualizar las obras expuestas.
Horarios
La muestra ‘Moneo en Aragón. 1964-2010’ se expone hasta el 5 de enero en el palacio de Sástago. Puede verse de 11.00 a 14.00 y de 18.00 a 21 de martes a sábado y de 11.00 a 14.00 los domingos y los días festivos. Los lunes permanecerá cerrada.
Rafael Moneo escribió unas lineas sobre la exposición:
‘Sobre mi obra en Aragón’
Rafael Moneo
Cuando la Diputación Provincial de Zaragoza y Ricardo Marco, Decano del Colegio de Arquitectos de Aragón, me propusieron una exposición de lo que había sido mi trabajo profesional en Aragón, acepté gustoso. Había buenas razones para ello.
Mi relación como arquitecto con Aragón se remonta a mediados de los años 60. Luis y José María Diestre, que tenían un taller en Delicias, en el que reparaban y fabricaban transformadores eléctricos, eran buenos amigos de mi padre y dieron muestras de inmensa confianza en lo que pudiera ser mi trabajo al pedirme que fuera el arquitecto de la nueva fábrica de transformadores que con tanta ilusión proyectaban. La Fábrica Diestre (1964-1967) fue mi primera obra de arquitectura de un cierto alcance. Me veo dibujándola en Roma y viajando a Zaragoza cuando todavía el tren, con coches-cama, dejaba un vagón en vía muerta. Ni que decir tiene que me volqué en ella y que para mí fue toda una satisfacción el verla publicada dentro y fuera de España. Bien saben los arquitectos la importancia que han tenido estas primeras obras y de ahí el agradecimiento que todavía tengo vivo hacia quienes la hicieron posible.
El contacto con Zaragoza llevó a que con Manuel de Solà-Morales me presentara poco después al concurso para el Centro Histórico de Zaragoza (1969-1970). El estudio del centro nos hizo ver cuánto este difícilmente puede sustraerse a una visión más amplia de la ciudad y de ahí que nuestro proyecto se extendiese más allá de los límites establecidos en las bases. Pero también advertimos que la atención a lo específico e inmediato, a la escala menor, aquella en la que los edificios contribuyen –uno a uno– a configurar la ciudad, no podía olvidarse. Y de ahí que nos empeñásemos en conocer/describir el casco histórico dibujándolo con un rigor que nos llevaba a no despreciar la orientación de un tejado o a no ignorar dónde se había producido un derribo, dando lugar a la aparición de un inesperado solar/plazuela. Era en aquel dibujo pormenorizado, preciso, exigente… donde, en principio, esperábamos encontrar las claves para una intervención que acababa, sin embargo, por enlazarse con el viario que daba continuidad a la trama urbana. Hoy veo con gusto el dibujo que explica, con más elocuencia que las palabras, cuál era nuestra actitud ante tan delicada cuestión.
Fue años después cuando, consolidada ya mi carrera profesional, volví a encontrarme con proyectos en Aragón. Esta vez iba a ser en Huesca, ciudad de la que procedía la familia de mi madre, María Teresa Vallés, y por la que ella sentía sincera devoción. Así que coincidieron mi estudio a fin de los años 90 el proyecto de un edificio/museo que completase el complejo formado por la casa y estudio de José Beulas con el objeto de albergar su colección, con el encargo de ocuparme de la supervisión de las ambiciosas obras que se planteaba la familia Nozaleda para recuperar el Balneario de Panticosa. En uno y otro caso, acertar con el tono de la intervención era lo más urgente. En el caso del edificio/museo Beulas (1999-2004), este debía sumarse a todo lo ya construido en aquel pequeño vergel que en mi opinión debía convertirse en un futuro parque urbano al servicio de la periferia de la ciudad, en tanto que la intervención en Panticosa (2000-2008) exigía una estrategia más compleja en la que la conservación de lo existente –tan presente en la memoria colectiva– prevaleciese, sin olvidar, sin embargo, que era preciso dinamizar aquel deteriorado entorno. En ambos casos, mantener la escala era algo fundamental si bien la intervención en Panticosa era mucho más compleja, ya que sería difícil distinguir dónde terminaba la restauración y rescate de los edificios existentes con la incorporación de los edificios nuevos que reclamaba la puesta al día del balneario. Que las nuevas construcciones no hiciesen perder valor a la imponente geografía estuvo siempre en el origen de nuestra intervención y a mi entender sería preciso seguir insistiendo en los principios planteados en ella si un día el ambicioso proyecto de Panticosa vuelve a acometerse.
El proyecto de Aragonia, coincidente en el tiempo con la Exposición del Agua (2008), fue un encargo de Zaragoza Urbana, cuyo Consejero Delegado, Felipe Sanz Portolés, quería que una empresa inmobiliaria tan enraizada en Zaragoza estuviese presente en tan importante acontecimiento mediante la construcción en un destacado solar situado entre las avenidas de Juan Pablo II y Juan Carlos I. Y así Aragonia (2000-2010) se planteó como objetivo el dotar de intensa vida urbana a un barrio que, a pesar de su aparente centralidad, carecía de ella. Y ello asumiendo abiertamente su condición insular, que permite el diseño de un aparcamiento/ estructura altamente eficiente sobre el que se levantan toda una serie de edificios independientes que sirven a muy distintos programas: hotel, viviendas, oficinas, centro comercial, cines, etc. El resultado es un conjunto fragmentado, roto… que refleja la diversidad de programas, si bien el uso de un material –un gres local– unifica la volumetría.
Por último, la exposición documenta tanto el concurso para la Diputación de Huesca (en colaboración con Ramón Bescós) (1974), en el que el edificio propuesto está anclado en la ciudad, es parte de ella, sin pretender dotarlo de una artificial monumentalidad, como el concurso para el Museo Aragonés de Arte Contemporáneo (1993).
Agradezco por último a la Diputación Provincial de Zaragoza y al Colegio de Arquitectos de Aragón el haber hecho posible esta exposición que me permite mostrar a los aragoneses lo que ha sido mi trabajo en su tierra.
Madrid, septiembre, 2019