Redacción. Más del 40% de deshechos que se tiran a la basura se podrían reutilizar. La moda del ‘compra y tira’, una tendencia incentivada por los propios mercados y el afán de consumo y esa ya famosa frase “le sale más barato comprar uno nuevo que reparar este”… El consumo se convierte en una necesidad del sistema y, como resultado, en una adicción para la gente. Nuestros abuelos, en cambio, fueron expertos en reparar todo tipo de cosas. En gran parte porque la producción en masa no se había expandido a los niveles en los que lo vivimos hoy, pero también porque su mentalidad no era ‘consumir’, sino ‘conservar, ahorrar y cuidar’.
En el sentido ecológico, según las Naciones Unidas, en 2017 se llegaron a desechar hasta 44,7 millones de toneladas de residuos tecnológicos. En 2019, 50 millones. Esto se traduce en que cada habitante del planeta tira a la basura alrededor de 4,2 kilos de basura tecnológica al año. Con solo hacernos una idea de esto, y suponiendo que cada uno de nosotros cuenta con un móvil y un ordenador; imaginemos ahora cuánta basura, además de la tecnológica, desperdiciamos cada semana, mes y año. Objetos anodinos que, pensamos, no pueden contar con otra solución.
La idea de restaurar algo que se nos ha roto, en vez de cambiarlo por un nuevo objeto, es algo que se ha ido repitiendo a lo largo de distintas épocas y lugares alrededor del mundo. Tomar como decisión el hecho de reparar en vez de tirar no es una utopía, sino una opción para darle otra oportunidad a los objetos que nos gustaría conservar. Y es que existen lugares, herramientas y formas de crear y reparar los productos para darle una segunda vida.
Las personas nos solemos mover por nuestro poder adquisitivo y, ahora más que nunca, por la conciencia ecológica. Las instituciones también comienzan a hacerlo: en el año 2017, el Parlamento Europeo aprobó la “resolución sobre una vida útil más larga para los productos: ventajas para los consumidores y las empresas”, por medio de la cual se insta a que las personas reparen sus aparatos y, además, se incentiva a las empresas para que brinden servicios para este fin.
La UE es consciente de los obstáculos para un cambio de cultura, que van desde la falta de información de los lugares donde la gente puede reparar, hasta la fabricación de modelos diseñados intencionalmente para que sean muy complejos de reparar y, por tanto, resulte más sencillo y barato comprar uno nuevo. Pero ahora son cada vez más las herramientas con las que contamos y los lugares a los que podemos acceder para que nos informen de cómo reparar X producto, Internet es uno de ellos: tutoriales repletos de consejos a los que se puede acceder ahora para reparar nuestros productos.
Así, disminuir el impacto ecológico tiene un camino: concienciar del daño que causa al planeta y a nuestra propia economía doméstica. Es por ello que hacernos con las herramientas adecuadas para reparar nuestros objetos personales e intentar darle otra vida, es una buena idea para poner nuestro granito de arena en el planeta y poder disfrutar más de esas cosas de las que no queremos prescindir.