Oda a Nueva York

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Fernando Gracia. La carrera de Todd Haynes es todavía corta, pero dos de sus títulos tuvieron buena acogida entre la afición, lo que representaba a priori una cierta garantía. Me refiero a “Carol” y “Lejos del cielo”. En ambas películas había una buena ambientación de décadas pasadas y mostraban un buen gusto a la hora de tratar sobre todo el universo femenino.

La que ahora nos presenta, “Wonderstruck. El museo de las maravillas” solo tiene de parecido con las precedentes en los detalles ambientales, ya que se trata de la adaptación de un relato de Brian Selznick –apellido de postín para dedicarse a este negocio del cine- convertido en guion por el propio novelista. En principio, un relato dirigido a los más jóvenes.

Se trata de dos historias separadas por cincuenta años (1927 y 1997), centradas en sendas peripecias de un niño y una niña, que confluyen en la ciudad de Nueva York. Como se intuye enseguida, ambas historias acabarán por tener un nexo de unión, por cierto muy bien resuelto.

Me temía en principio que el guion fuera a transitar por el terreno fantástico, pero no es así. Aunque todo resulte como en casi todos los cuentos –y en el fondo no se trata de otra cosa- un tanto traído por los pelos, lo cierto es que poco a poco los relatos van captando suficiente interés para el espectador como para que el filme se vea con agrado, aunque al menos en quien suscribe sin excesivo entusiasmo.

Atribuiría las causas a la poca originalidad de ambas historias, o así me lo ha parecido. Esto se compensa con su perfeccionismo estético y por las excelentes imágenes que de la ciudad de los rascacielos se nos ofrecen. Más impactantes las de los años veinte, filmadas en el ahora más caro blanco y negro.

Cuesta un tanto entrar en el filme, pero como quiera que poco a poco la trama va ganando en interés y está muy bien terminada, el saldo final se puede considerar positivo… siempre y cuando no acuda uno con excesivas expectativas.

Al frente del reparto, tres jovencitos de unos doce años: los niños Oakes Fegley y Jaden Michael, y la niña sorda Jaden Michael, que como no podía ser de otra forma interpreta a una niña con esta discapacidad. Por cierto que la niña tiene cara de antigua, y perdonen la expresión, lo que le confiere una plausible veracidad a su por otra parte excelente interpretación. Ya se le augura un buen porvenir en el cine, aunque cabe recordar que lo mismo se dijo de Marlee Matlin, también sorda y ganadora en su momento de un óscar por la película “Hijos de un dios menor”, cuya carrera posterior tampoco ha sido como para echar cohetes.

En un papel doble, la gran Julianne Moore, que ya fuera dirigida por el director en la citada “Lejos del cielo”. Su intervención, como de costumbre, o sea muy bien.

Recapacitando sobre lo visto en la película llego a la conclusión que lo mejor me parece esa especie de homenaje a Nueva York que transmite toda ella, no sé si buscado o simplemente implícito. Se resume esa consideración en la hermosa secuencia en la que vemos una enorme maqueta de la ciudad, que todo el mundo puede admirar si se acerca al museo situado en el enorme barrio de Queens.

Una película curiosa, agradable de ver, que va de menos a más…y no mucho más. Recomendable para jovencitos sensibles y amantes de melodramas sin estridencias.

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