Nerea Beatove./Un pasado marcado por la tragedia. Tres décadas de conflictos. Uno de los países más afectados por las minas antipersona. Hoy, instaurada la paz, Camboya mira hacia adelante para construir un futuro mejor.
El fotoperiodista Gervasio Sánchez viajó en 2008 para retratar la realidad del pueblo camboyano, que se muestra en la exposición ‘Camboya. Tierra de esperanza’ hasta el 8 de febrero en el Caixaforum de Zaragoza.
A través de sus fotografías en color, los visitantes podrán conocer el lado más humano de Camboya. Sus gentes, su forma de vida, y la cotidianidad de un territorio que aspira al cambio y que pretende regenerar con sus habitantes más jóvenes los destrozos de la guerra.
Zaragoza Buenas Noticias ha hablado con el fotoperiodista de conflictos armados, autor de proyectos como ‘Vidas Minadas’, ‘Desaparecidos’, o ‘Mujeres. Afganistán’ sobre la otra cara de la guerra, aquella que queda después del caos.
-La exposición Camboya muestra una forma diferente de mirar las consecuencias de la guerra, una mirada hacia el futuro. ¿Por qué es Camboya una tierra de esperanza?
-Gervasio Sánchez. La palabra esperanza no es una palabra que me guste mucho. No habría sido una palabra que yo hubiera elegido para hablar de Camboya. Lo que sí es verdad es que en este trabajo buscaba una visión distinta. Yo ya había trabajado mucho en Camboya en temas de desapariciones forzosas, de víctimas de minas antipersona, y había fotografiado las consecuencias más evidentes de la guerra, y de hecho, lo había trabajado en blanco y negro. Y cuando la Caixa me propuso el proyecto, me dije, ¿por qué no voy a Camboya y busco una forma diferente de contar lo que he hecho hasta ahora? Lo que hice fue colocar el punto de mira en la capacidad que tienen los seres humanos para restablecerse de los dramas, para superar las consecuencias más duras, esta vez en fotografías en color.
-Quizás esta exposición recoja una mirada más optimista de la realidad camboyana.
-A mí me gusta volver siempre a los sitios en guerra para saber qué es lo que está pasando, e indudablemente a cualquier lugar que vayas después de la guerra, la visión va a ser siempre más optimista. Creo que es importante mostrar los conflictos de forma evolutiva, saber qué ocurre después del conflicto, y aunque es cierto que estas consecuencias son muy a largo plazo, hay que mostrarlas. Cuando viajé en 2008 para realizar este proyecto Camboya ya no estaba en guerra y esa visión queda reflejada también en las fotografías.
-Muchas veces se tiende a tratar los asuntos desde un momento concreto, quedándonos en la superficie.
-Sí, realmente de esto somos culpables principalmente los periodistas, que caemos en el absurdo de creer que por dar las noticias a toda velocidad vamos a ser mejores. Las noticias dadas de forma rápida suelen estar llenas de erratas y muy pocas veces interesa al público. Le impacta, pero se olvida. Y al final es mejor profundizar las historias, contextualizarlas y contarlas bien contadas. A mí me ha pasado con proyectos, que tienen detrás un trabajo muy largo, pero que todavía siguen estando en el recuerdo de los que lo vieron.
-Llama la atención que los niños camboyanos conocen bien la crudeza de la historia de su país.
-Ciertamente es impresionante que países como Colombia, Guatemala o Camboya, que son supuestamente países mucho menos desarrollados que el nuestro, estén más avanzados en la manera de plantear a las nuevas generaciones lo que ha ocurrido en el pasado. Los camboyanos pueden ir a visitar un Museo de la Memoria de su país, en el mismo lugar donde ocurrieron los hechos más brutales, las torturas, ejecuciones y brutalidades. Tan solo 6 personas que pasaron por el centro de torturas de Toul Sleng, lo han podido contar. Los camboyanos han hecho cosas más avanzadas de las que hemos hecho en este país, en donde la memoria del pasado repele. España es un país que ha dado un gran ejemplo de cobardía por parte de la totalidad de la clase política, por no plantearse un proyecto serio para solucionar todo lo que queda pendiente de la Guerra Civil Española, de encontrar a los desaparecidos y devolver las víctimas a sus seres queridos.
-¿Crees que es positivo reflexionar sobre el pasado para afrontar mejor el futuro?
-Si no miras al pasado, ¿cómo vas a reconocer los errores que han ocurrido? El pasado es importante analizarlo y que sirva de explicación de lo que está ocurriendo en el momento actual, por eso países sin pasado o sin memoria son más proclives a repetir los esquemas. Cuando he ido por primera vez a un país que no conocía, he ido siempre cargado de muchos papeles, documentos, libros o informes que he recopilado desde que era universitario. En el año 1999, fui a Kosovo a cubrir una situación muy brutal, y me sirvieron reportajes que se habían publicado 20 años antes. Me hicieron entender lo que estaba pasando en ese momento.
-¿Cómo es la situación actual en Camboya?
-Hay una situación económica y política muy complicada. Es un país muy corrupto que se ha convertido en un lugar donde encontrar mano de obra barata. Como en otros países de Asia, muchas empresas multinacionales han colocado allí sus talleres, sus grandes empresas textiles e industriales, explotando a los camboyanos para obtener mayores beneficios. La situación se ha ido complicando por el encarecimiento del país debido a la llegada de turistas, (Camboya tiene unos templos maravillosos, que son los templos de Angkor) y sus habitantes viven con salarios de miseria, lo que puede provocar en cualquier momento un estallido de violencia social, que ya hemos presenciado en los últimos años.
-¿Cómo es su gente?
-Los camboyanos han crecido en un país que está atrapado, como si fuera un sándwich por dos tigres asiáticos, que son Vietnam y Tailandia. En su mayoría son budistas, tienen una actitud de la vida mucho más pacífica y al final el pez grande se come al pequeño. Es un país con una historia extremadamente violenta, de lo más violento que ha habido en el mundo. Es difícil encontrar ejemplos parecidos, y mira que hay para comparar. En cambio la primera impresión que te da Camboya es que su gente sonríe, los niños son muy simpáticos. Es un país asaltado, que ha tenido un pasado dramático y que intenta salir del pozo con las nuevas generaciones.
-De nuevo las minas vuelven a protagonizar un espacio en tu trabajo, en este caso, debido a que un 20% del territorio de Camboya está afectado. ¿Cómo viven esta realidad sus habitantes?
-El número de accidentes ha disminuido bastante en los últimos años por dos razones, porque se ha limpiado mucho territorio urbanizado, y porque se han hecho muchas campañas de sensibilización. Hace 20 años, cuando empecé a trabajar allí, los hospitales estaban llenos de niños y jóvenes mutilados por minas, la mayoría de ellos por no saber que estaban tocando un material bélico que podía explotar. Ahora se han hecho campañas muy fuertes para que los niños sean más cuidadosos y no manipulen objetos que no conocen. Es verdad que hay una parte afectada del país, pero en estos momentos es la parte menos habitada, zonas montañosas fronterizas con Tailandia.
-Llevas años siguiendo ‘Vidas Minadas’, un proyecto con el que pretendes realizar una gran exposición a largo plazo, que narre el progreso de estas grandes historias con nombre y apellido. ¿Cuándo tienes pensado viajar para retratar sus novedades?
-Estoy volviendo. Quiero presentar en 2022 y si es posible el 25 de noviembre, ‘Vidas Minadas, 25 años después’, con los mismos protagonistas que he ido siguiendo desde 1997. Para que la historia tenga lógica y potencia tienes que ir regresando a estos países de vez en cuando, viendo como los niños van creciendo, han tenido hijos, se han casado, han llegado a la universidad y han podido rehacer su vida. A Camboya quiero volver este año para visitar a Sokheurm Man. Lo conocí cuando era un niño e iban a amputarle la pierna después de haber sido afectado por una mina, y tengo que ir a conocer a su nuevo hijo. También quiero volver a Angola, Afganistán, Bosnia…, y visitar al resto de los protagonistas. Es un trabajo que engloba a nueve países.
-Además, hasta el 22 de febrero presentas también la exposición ‘Antología’ en el IAACC Pablo Serrano. ¿Qué se puede encontrar en ella?
-La semana que viene voy a hacer una nueva fase de visitas guiadas. Es una exposición que trascurre por la totalidad de mi trabajo profesional, que va desde mis fotografías como joven periodista hasta los trabajos más actuales. Pueden verse fotografías que tomé en América Latina, los Balcanes, África, ‘Vidas Minadas’ o ‘Desaparecidos’.
-Informar en muchas ocasiones es un gran peligro, desgraciadamente, hemos podido comprobar sus riesgos en los terribles atentados de París. ¿Cree que el miedo puede repercutir en la información?
-El miedo es el mejor antídoto contra la estupidez. Lo que no puede hacer el miedo es tumbarte de tus obligaciones como periodista. El miedo se puede dar en Irak o en Siria, por publicar algo que pueda perjudicarte en un medio en Zaragoza o en París, por trabajar en una revista como la que ha sido atacada. El miedo es humano y entiendo que hay que tener miedo para ser capaz de evaluar con más serenidad los peligros.
-Y por último, ¿podrías decirnos una buena noticia?
-Yo creo que una buena noticia es que la corrupción política acaba golpeando seriamente a los corruptos y en estos momentos, en una sociedad como la española, en la que los dos partidos mayoritarios han sido incapaces de poner coto a la corrupción, haya aparecido un ‘abejorro’ que se llama Podemos y que va a poner en una situación complicadísima a estos partidos. Este ‘abejorro’ tiene imperfecciones, pero a veces está bien que haya un buen revolcón político para que todo empiece a cambiar.