Cristina Pérez. / Tras toda una vida trabajando como actor, Juan Echanove tiene claro que lo que más le ha aportado la experiencia es conseguir situarse frente a un escenario, antes de una actuación, y no sentir miedo. Tiene muchas ganas de seguir dando vida a distintos personajes y prefiere siempre mirar hacia delante.
Actualmente se encuentra en Zaragoza representando, junto a María Galiana, ‘Conversaciones con mamá’, que estará en el cartel del Teatro Principal el fin de semana del 17 y 18 de enero. Una actuación que, según el actor, lleva al espectador de la risa a las lágrimas de una forma muy vibrante y potente.
Zaragoza Buenas Noticias ha estado con este actor de reconocida trayectoria hablando sobre su función actual, la serie de TVE en la que también participa, ‘Cuéntame cómo pasó’ y ha repasado junto a él su gastronomía favorita de nuestra tierra, entre la que destaca los vinos aragoneses, el bocadillo de Ternasco y las tapas de ‘El Tubo’.
-En ‘Conversaciones con Mamá’ no sólo actúas sino que también diriges ¿Cómo es eso de dirigirse a uno mismo?
-En primer lugar, hay que explicar qué es dirigir una puesta en escena. Fundamentalmente es querer dar tu punto de vista sobre la narración de una historia. Una historia, por muy antigua y conocida que sea, puede ser contada de millones de maneras distintas. Dirigir es esto: dar tu punto de vista. Técnicamente, dirigirse a uno mismo tiene muchas complicaciones pero también es verdad que ya llevo muchos años trabajando en el teatro y se adquiere una cierta seguridad. Cuando haces las cosas imaginas cómo se ven desde el punto de vista del público. Si yo estuviera dirigiendo ahora mi función y estrenáramos esta noche, aquí en Zaragoza, me verías en una fila, con una mesa de dirección llena de papeles y notas; veríamos a los actores trabajar en el escenario, empezaríamos a ensayar, matizaríamos cosas, ordenaríamos otras… ¿Cómo se hace cuando estás dentro? Dejando señales muy claras de cómo va a ser la interpretación de tu personaje y, en el último tramo de la dirección y de la composición, cuando todo esté perfectamente hecho, tienes que dedicarte a ti. La capacidad es la de poder verte sin ti.
-¿Hay algún truco para conseguir esto?
-Hay gente que utiliza vídeos pero a mí no me gusta porque además me parece que ofrecen una imagen distorsionada. Lo bueno que tiene el teatro es que es una sensación totalmente irrepetible. Ves un decorado sin iluminar y piensas: ‘Qué cutre…’ Pero luego lo ves con la luz adecuada y realmente tiene el aspecto que tiene que tener. A la hora de dirigir e interpretar a la vez, además de que no hay tranquilidad, se duerme muy poco y se debe responder a todas las peguntas que te hace el equipo de una manera rotunda porque si no la gente acaba despistándose.
-¿Cómo de dificultosa es la adaptación de una película a una función teatral, tal y como ocurre en este caso?
-El texto, que es una adaptación de Jordi Galcerán, ya consigue que la película de Santiago Oves, que es muy buena, argentina, psicoanalítica, se traspase a este mundo mediterráneo, activo, vibrante de cómo nos comportamos nosotros, de nuestras relaciones con nuestra familia, con nuestros seres queridos y amigos. Además, hay una serie de aciertos que utiliza Galcerán, que no puedo desvelar porque son sorpresas de la función, que están en la película pero no están en ese orden. Lo que ha hecho ha sido tomar el núcleo de la narración de la historia para desarrollar todo un juego escénico que ocurre en unas visitas de un hijo a una madre y en unas conversaciones que se derivan de las mismas.
-¿Qué puede encontrar el público en ‘Conversaciones con Mamá’?
-Es una comedia romántica, situada en un contexto de crisis muy reconocido por los espectadores. El personaje que yo interpreto se queda en el paro con 50 años y no tiene muchas posibilidades de encontrar trabajo de nuevo. Tiene que recurrir a su madre para que venda la casa donde vive, se vaya a vivir con él al chalet de las afueras y poder salir del agujero. Ésa es la anécdota. A partir de ahí encontramos una relación entre una madre y un hijo enormemente vibrante, que te lleva de la sonrisa a la lágrima sin solución de continuidad. Vas revolcándote entre risas y lágrimas con mucha potencia y de una manera muy empática. El espectador en esta función hace su trabajo y lo hace muy bien.
-¿Cómo se puede conseguir que a partir de un punto de origen trágico, como es el despido de tu personaje, se cree una obra cómica?
-Una de las cosas que nos hace grandes dentro de la literatura y el teatro en nuestro país y dentro de la creación escénica, es el humor negro. Tanto María como yo, especialmente yo, soy discípulo de Rafael Azcona. Toda mi vida la he pasado cerca de Rafael, he trabajado en muchas películas escritas por él y dirigidas por José Luis García Sánchez, dos maestros del humor negro. Afortunadamente todavía somos un país que sabe reírse de sí mismo, de sus desgracias y sus alegrías, tanto para bien como para mal, en las tragedias y en las fiestas, en los dramas y en las celebraciones, comemos, bebemos y, al final, acabamos riendo.
-La obra también muestra la contraposición entre dos generaciones, la del personaje de María, que ha llevado una vida más humilde y la del tuyo, con una vida más acomodada ¿Nos volvemos más materialistas con el paso del tiempo?
-Nos volvíamos. Esto todavía nadie se atreve a decirlo porque creo que todos los gobernantes todavía siguen, equivocadamente en mi opinión, intentando disputarse las migajas de un pastel que ya no existe. Pero yo creo que hemos tenido una época en la que el crecimiento económico ha sido fundamental. Así nos lo han contado y es lo que hemos hecho. Ahora tenemos que empezar a descubrir que hay que construir una vida en torno a otra serie de valores. Y eso es algo que también ocurre en la función porque nos encontramos que el personaje que represento debería de ser un personaje muchísimo más progresista que la madre y se da cuenta de que la madre es muchísimo más avanzada que el propio hijo.
-¿Al final las madres siempre llevan razón?
-Depende. Un amigo mío, que es un gran cocinero, decía en la dedicatoria de un libro: ‘Mi madre también se equivoca, como todas las madres’. Es una persona que siempre se había inspirado en su madre pero sentía que si no lo decía, reventaba. Por eso, yo creo que no podemos mitificar nada. Es más, el gran cariño, la gran demostración del amor, es reconocerse en el error del otro. Hemos vivido unos años en los que la dialéctica dominante ha sido la prepotencia y afortunadamente la vida, por selección natural, nos está poniendo en nuestro sitio.
-Con María Galiana llevas mucho tiempo coincidiendo en ‘Cuéntame cómo pasó…’ ¿Os ha servido esta experiencia trabajando juntos para compenetraros mejor crear un ambiente más positivo?
-No, porque María y yo habremos interpretado juntos tres secuencias en 16 años. Nuestros personajes trabajan en la misma serie pero son tramas totalmente alejadas. El otro día antes de venir aquí estábamos rodando una secuencia en la que interactuábamos los dos, pero era de una manera tan resumida que me decía María entre risas: ‘Manda narices que la gente pueda creer que venimos de aquí cuando lo normal sería que después de ver ‘Conversaciones con mamá’ la gente dijera que, además, luego hacemos unos flecos en ‘Cuéntame’. También tengo que decir que si hubiéramos tenido una coincidencia de trabajo en ‘Cuéntame’ tan cercana como la que tengo, por ejemplo, con Imanol, que estamos continuamente en todas las secuencias, seguramente no nos hubiera apetecido tanto trabajar en teatro y compartir todo este proyecto durante dos años. Estaríamos, no te digo cansados el uno de los otro porque somos profesionales y nos llevamos muy bien, pero quizás sí un poco gastados, en el hecho de observarnos el uno al otro. A mí todavía hay cosas que hacemos por las noches aquí en este decorado que me sorprenden de María y me sorprenden de mí mismo. Y esa yo creo que es una de las mejores cosas que tiene hacer teatro.
-Hablando de la serie, se ha estrenado ya la temporada 16 ¿tenemos ‘Cuéntame’ para largo?
-Yo creo que sí. Al principio cuando me preguntaban yo decía: ‘Bueno, no sé…’. Pero sinceramente yo creo que sí. Mientras siga gustando como gusta y tenga las cifras de audiencia que tiene no creo que la cadena renuncie al proyecto de ‘Cuéntame’ porque es una serie importante, ya no sólo como resultado televisivo, sino como notario de la historia reciente de nuestro país. Es muy válida para muchas personas que vienen a España a vivir y para otra tanta gente que ha salido fuera, ya que les permite vincularse con el país que han dejado atrás. ‘Cuéntame’ es una serie, le guste a quien le guste y le disguste a quien le disguste, con un claro contenido público.
-¿El ambiente de trabajo que tenéis en la serie es tan familiar como el de los personajes que interpretáis?
-Sí, para bien y para mal. Hay veces que el exceso de familiaridad te lleva también a callejones raros. ‘Cuéntame’ es una serie muy difícil de hacer, estamos muchas horas y muchos días metidos en un plató y la verdad es que procuramos en todo momento tener un comportamiento total y absolutamente profesional más allá de que nuestras relaciones personales que, en algunos casos, son más estrechas que en otros. Por ejemplo, con Imanol tengo una relación que va más allá de la amistad. Yo soy padrino de su hijo mayor y, su ex mujer Pastora Vega, es madrina de mi hijo, con lo cual él es casi también padrino de mi hijo. Somos una familia. Nos ha pasado de todo juntos, se nos han muerto seres queridos, hemos asistido a esos dolores, hemos casado a gente… Nos ha pasado tanto en treinta y tantos años que hace que nos conocemos… Y al final tienes la sensación de estar trabajando con alguien que está más allá de ser un buen amigo, es un familiar. Por otro lado, trabajar con un chaval como Ricardo Gómez que tiene ya veintitantos años y que empezó con siete, es una alegría. Este chico que empezó llevándose bien conmigo se ha convertido en un amigo entrañable y que me pide consejo sobre las cosas como si yo fuera su hermano mayor, algo que para mí es una emoción.
-Precisamente con Imanol te vimos hace unos meses por Zaragoza en el programa ‘Un país para comérselo’ ¿Qué te parece la gastronomía zaragozana?
-Me encanta, no sólo la de la ciudad sino la de la provincia y la región. La comunidad de Aragón es muy rica. La distribución territorial de las autonomías a veces es una distribución que no aporta nada. Yo creo que hay una zona claramente identificable que es el sur de Navarra, el norte de Castilla, es decir Soria y Tudela y, por otro lado, la zona de Zaragoza, que es un espacio en el que la riqueza del productor, la horticultura, la caza, las setas, el culto a la calle, las ciudades, los Tubos, y toda esa cultura de la barra, del chato de vino, de la caña y de la banderilla y de la tapa, también es una manera de pensar y una manera de vivir.
-¿Tienes algún producto preferido de nuestra ciudad?
-Hay una tapa de ‘El Tubo’ que es emblemática para mí: el taco de ternera picante del Nicolás. Te diría también que, aparte de los vinos de Aragón, que son todo un descubrimiento y un gran avance, a mí me vuelven loco las buenas croquetas.Y a lo que tengo verdadera devoción es al bocadillo de Ternasco del Cervino.
-Tras toda tu trayectoria ¿hay alguno de los papeles que has interpretado al que guardes especial cariño?
-Lo mejor de todo, lo que se me ha quedado dentro, es que puedo estar aquí mirando este decorado donde voy a trabajar esta noche y no me da miedo. La memoria me funciona, tampoco voy a ir de que no me importan las cosas que he hecho, pero tengo tantas ganas de hacer más que miro hacia delante mucho más que hacia detrás.
-¿Cuáles son tus proyectos para 2015?
-Además de continuar con la gira de ‘Conversaciones con mamá’ y seguir con la serie ‘Cuéntame’, a finales de año interpretaré en el Centro Dramático Nacional una adaptación de los hermanos Karamazof.
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-El mundo vuelve a darse cuenta de que la defensa de las libertades es básica, fundamentalmente la libertad de expresión.