Amparo Llamazares. / Las hay de muchos tipos: matemáticas, físicas, económicas… pero no me voy a referir a estas ni a esas que se suelen comentar por ejemplo en clase en el instituto, cuando el profesor o la profesora intentan demandar la atención de sus alumnos y enuncia una frase para sentar polémica y que de este modo, ya que hablan, que hablen de lo mismo, una frase como la de ‘Yo siempre miento’ puesto que si es cierto que siempre miente, al decirlo está diciendo la verdad.
Voy a referirme a otras paradojas que bien pensadas son una magnífica enseñanza de vida. Y están ahí, incluso les han puesto un título, en los libros, en artículos, en letreros, en conversaciones, en las redes sociales…Yo, lo único que he hecho una vez leídas o escuchadas, las he meditado y muchas veces me han ayudado a sacar conclusiones sobre algunos aspectos de mi vida diaria, que se me escapaban o que el ‘ruido’ circundante me impedía oír claramente.
-Paradoja de la felicidad: “Mientras que objetivamente estamos mejor que nunca, subjetivamente nos encontramos profundamente insatisfechos” Esta observación es nada menos que de José Antonio Marina, filósofo, sociólogo y pedagogo que merece la pena conocer.
Es que tener de casi todo, no nos proporciona felicidad, porque no es un concepto continuo ni radica en la posesión de bienes materiales. Hay que aprovechar los ratos felices que se nos presentan a lo largo del día (como escribía en ZBN, el colaborador Nicolás Abancens en su artículo ‘Para ser feliz’) Si tú te sientes feliz viendo amanecer, vaya suerte la tuya porque tendrás todos los días por lo menos ese rato, el del amanecer, para disfrutar y ser feliz.
Eduardo Punset después de entrevistar a muchos premios Nobel llegó a la conclusión que para ellos, el tiempo más feliz fue cuando, al saber que era limitado, profundizaban en el conocimiento de las personas y de las cosas.
Debemos entrenarnos para buscar y encontrar placer en lo sencillo, así se nos multiplican los ratos felices, los instantes de felicidad, resumidos en algo tan simple como la sensación de agrado que nos produce el olor a tierra mojada, el gozo que nos provoca ver sonreír a tu hijo cuando hace algún descubrimiento, el deleite que nos envuelve cuando volvemos a comer la paella de tu padre…Porque la felicidad es un estado mental, un canal que podemos seleccionar en la emisora de nuestras emociones.
-Paradoja del tiempo ‘Vísteme despacio que tengo prisa’ . La paradoja es que la lentitud no siempre significa ser lento. A menudo, realizar una tarea con lentitud produce unos resultados más rápidos. También es posible hacer las cosas con rapidez al tiempo que se mantiene un marco mental lento, que nos permita establecer relaciones verdaderas significativas con todo: personas, naturaleza, cultura, trabajo…
Carl Honoré, autor del éxito mundial ‘Elogio de la lentitud’ participa de la Filosofía Slow, reduciendo la marcha y buscando el tiempo justo para cada cosa. Nuestra cultura nos inculca el miedo a perder el tiempo, pero la paradoja es que la aceleración nos hace desperdiciar la vida.
-Paradoja del disfrute: “Sufrimos demasiado por lo poco que nos falta y gozamos poco de lo mucho que tenemos” Esta frase que es de William Shakespeare del siglo XVI la podemos actualizar en el tema de la película ‘El Rey león’ con la frase HAKUNA MATATA, que se emplea en suajili desde siempre para decir: No te angusties, no hay problema.
Parece que siempre estamos esperando a que suceda lo mejor para nosotros y que, hasta que no llegue esa casa tan envidiable donde queremos vivir, ese puesto de prestigio que ansiamos desempeñar o esa pareja ideal que tenemos conseguir , no vamos a saber disfrutar de la vida, ni en nuestro piso de alquiler, ni con ese trabajo que nos permite conciliar nuestra vida laboral con la familiar aunque no sea el que imaginábamos ni con nuestra pareja que no ganaría ningún concurso de belleza pero es capaz de entenderte con una mirada.
-Paradoja del dinero: ‘Era un hombre tan pobre que lo único que tenía era dinero’ frase que se puede enlazar con aquellas tan acertadas de ‘Con dinero se puede comprar una casa, pero no un hogar’, ‘Con dinero se puede comprar medicinas pero no salud’, ‘Con dinero se pueden comprar libros, pero no cultura’ … y todas las que se nos puedan ir ocurriendo a medida que meditamos sobre el tema.
-Paradoja de la generosidad: ‘Cuanto más damos, más recibimos’. Y no hay más que probarlo para comprobarlo, quizá no es de efecto inmediato ni siquiera a corto plazo, pero es evidente que lo que das te lo das y lo que no das, te lo quitas.
-Paradoja de la Ayuda: ‘Si deseas que alguien te haga un trabajo pídeselo a quien esté ocupado; el que está sin hacer nada te dirá que no tiene tiempo’. Esta paradoja ocurre hasta en tu propia casa pero sobre todo, dónde es visible, es en el ámbito laboral. Todos conocemos a personas eficientes que saben calcular sus posibilidades y sus tiempos y sobre todo saben ponerse en el lugar de la otra persona (bendita empatía) y que con su actitud ejemplarizan a los que tienen a su alrededor aunque no llegue a calar tan hondo en los que, escurrir el bulto es su filosofía de vida.
Termino con una frase de J.A Marina que nos invita a una saludable introspección: “Tan acostumbrados estamos a pensar que podemos influir a los demás que se nos olvida que también podemos influir en nosotros mismos”.