Yolanda Cambra:/ Está claro que pocas cosas nos llegan gratis en la vida. Definir tu objetivo, planificar una estrategia o plan de acción y ser perseverante, constituyen casi una garantía de éxito. Pero nunca controlamos todos los factores y el triunfo no depende sólo de nosotros. Es acertado apostar por tu sueño y trabajar duro por él, sortear obstáculos y salvar dificultades, pero igual de acertado es prestar atención a las señales, como yo las llamo, a esa sensación de que algo no marcha bien y que no es otra cosa que nuestro instinto, que nos va dando muestras de que nos estamos equivocando.
¡Ay, nuestro instinto! ¡Cuántas veces lo he visualizado como un “marshaller” con sus balizas luminosas, indicando por dónde mover mi aeronave dentro de pista! A veces sólo nos faltan flechas de neón intermitente indicando “¡Por aquí!”. Pero estamos tan desconectados de nuestro cuerpo y hemos aprendido a ignorar sus avisos de tal modo, que prescindimos de la brújula perfecta que podría guiar nuestro viaje.
Venimos con un GPS integrado de serie, pero lo desconectamos, convencidos de que las buenas decisiones se toman siempre desde el plano consciente y con la cabeza.
Nuestro instinto es el testigo luminoso del salpicadero de nuestro coche que nos avisa de cualquier anomalía, pero, a puro de mirar para otro lado cada vez que parpadea, hemos conseguido integrar su señal dentro del ruido de nuestra vida hasta hacerlo pasar completamente desapercibido.
Alguien, hace diez años, en medio de una conversación de lo más insustancial, me dijo una frase que todavía resuena en mi cabeza: “Haz siempre lo que te dicte el corazón. Es el único modo de no equivocarte”. Aquello fue más que una frase, fue un aprendizaje y todo un proceso. Lo interioricé y no he dejado de aplicarlo, sólo que ahora entiendo que no es el corazón quien guía nuestras decisiones, sino nuestro instinto. Nuestro instinto no es magia, es la suma de nuestras experiencias acumuladas en nuestro subconsciente, esa zona a la que no tenemos acceso de forma consciente. Nuestro instinto es sabio y emerge con sus señales cada vez que lo necesitamos. De nosotros depende escucharlo o no. Seguir sus indicaciones supone no tener nunca que lamentarse pensando “¿Y si hubiese hecho lo otro?”, porque cuando actuamos escuchándolo, lo hacemos desde dentro y completamente alineados con nuestra experiencia, nuestras creencias y nuestros valores.
Una cosa es ser perseverante y otra ser obstinado. Yo he sido obstinada muchas veces en mi vida. Me he empeñado en andar un camino que no era el mío y eso sólo me ha provocado desgaste, cansancio y sufrimiento. No hablo de rendirse, ni de renunciar a tu sueño. Hablo de adaptación y de resiliencia. No hablo de resignarse, hablo de aceptar.
Acoger con los brazos abiertos lo que llega, aunque no sea lo que tú habías elegido, te permite vivir con serenidad y plenitud. Cuando lo asumes, dejas de nadar contra corriente y sumas la energía de tu brazada a la fuerza natural del río. Recibir y dejarte guiar, nada más.
Todo cuanto nos acontece, lo hace por una razón. Todo lo que llega a tu vida, todo lo que sucede, está aquí por y para ti. Rechazarlo conlleva perder el aprendizaje que traía consigo.