Redacción./ El oficio de colchonero es un oficio artesanal y ambulante.Venían una o dos veces al año, solían ir por parejas, voceaban su oficio por las calles. Cuando las mujeres les llamaban y concertaban un precio, con sus escasas herramientas montaban su improvisado taller en la calle, el desván o las azoteas de las casas.. cubrían el suelo con unas mantas cuarteleras y en ellas extendían uno a uno los colchones de lana de oveja.
Aunque el proceso parece sencillo, llevaba su tiempo, tres o cuatro horas, dependiendo del tamaño del colchón.Primero era necesario preparar la lana, para ello, esta era levantada y golpeada con dos bastones de castaño o boj, produciendo un sonido muy característico, con el fin de hacer saltar la suciedad y que quedase bien blanda.
Luego se extendía en el suelo una tela, en la cual se colocaba la lana hasta la mitad formando un prisma y mirando que quedase bien repartida por toda la superficie para que no quedasen bultos.
Se procedía a cubrir la lana con la otra mitad de la tela y se empezaba a coser la estructura formando un saco con hilo y aguja bastante gruesos para que con el peso de una persona encima no se rompiera el colchón.Una vez la estructura estaba acabada se atravesaba el colchón con una beta o cordón por diferentes puntos para evitar que la lana se pudiera moverse o desplazase por el interior.
Para el acabado final, se cosían las esquinas y un cordón por todas las aristas del prisma, relleno de un poco de lana del interior, para mantener la forma de toda la estructura.
Los colchones más comunes en cualquier casa eran de lana que se apelmazaba con el uso, y era necesario llevar el colchón al colchonero para que varease la lana, desapelmazándola para poder ser usado el colchón como el primer día.
El oficio de colchonero perduró hasta mediados de la década de 1970, cuando una ley prohibió la limpieza de los colchones en los patios y la llegada de nuevos materiales sintéticos ocasionó su paulatina desaparición.
Hasta no hace mucho tiempo, en todos los pueblos y ciudades había un colchonero que como en la mayoría de oficios, el conocimiento se transmitía de generación en generación.
«Oficios perdidos»