Rafael Castillejo:/ NI UNA MOSCA había visto este verano en mi casa hasta que, la otra tarde, llegó una y se posó en el marco de mi ventana entreabierta como preguntando si podía pasar. ¿Quién dice que ya no hay educación? A los pocos segundos, una ráfaga de viento la repelió bruscamente y me libró de tener que expulsarla o… pactar con ella.
Qué alivio. Recuerdo aquellos veranos de mi infancia llenos de moscas. Las mismas moscas que antes acompañaron la infancia y adolescencia del poeta que mejor supo describirlas: Antonio Machado, años más tarde siguieron llenando el viejo salón familiar, las claras tardes de estío en que empezamos a soñar.
Pero, dejando a un lado el bello poema que el poeta nos legó, a veces me pregunto cómo soportaríamos hoy aquellas pobladas nubes de diminutos aviadores que amenazaban continuamente con posarse en las heridas de nuestras rodillas tras jugar en la tierra de calles y plazas sin asfaltar o sobre la cabeza de nuestros abuelos cuando se quedaban dormidos después de comer.
La causa de que tanto abundaran era simplemente la cantidad de animales de corral que vivía con nosotros en barrios y pueblos pero, eso, también llevaba consigo que la carne y huevos que comíamos era de una gran calidad, al contrario que ahora, que no sabemos bien la procedencia de lo que nos venden para alimentarnos. Nunca pensé que iba a buscar el lado positivo de las moscas pero, en realidad, ello me sirve para recordar también aquellos insecticidas tan populares pero que a muchos hoy les darían asco.
Como la tira colgante donde se iban quedando pegadas y que se cambiaba cuando presentaba un color negro que indicaba que ya no cabía ni una más. Y qué decir de aquellas papelinas que se quemaban a la hora de cerrar un establecimiento o habitación y cuyo humo las hacía caer para, al día siguiente, recoger con escoba y badil los abundantes y diminutos cadáveres.
Entonces, todo esto era normal. Hoy en día, como decía al principio, nos volvería histéricos. Yo soy el primero que cuando se cuela en mi casa uno solo de estos inquilinos, no para hasta acabar con él o hacerlo salir por la ventana aunque, como decía al principio, este cálido y pesado verano no se ha dado el caso todavía. Mientras, la industria del insecticida no dice nada al respecto. Me pregunto si tanto fumigar los campos tendrá algo que ver con esto.
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