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El arte de paliar el aburrimiento… de un semáforo

Elena Garufi, terminando su número en un semáforo. / Foto: Adrián Luis
Elena Garufi, terminando su número en un semáforo. / Foto: Adrián Luis
Elena Garufi, terminando su número en un semáforo. / Foto: Adrián Luis

Adrián Luis. / Pocas cosas molestan más a un conductor que tener que frenar y parar el coche en cada semáforo de la ciudad. Unos intentan saltárselos, otros esperan impacientes el cambio de color. En ese turno de tránsito para los peatones, en algunas arterias de Zaragoza personas anónimas formadas en el arte del malabarismo y del clown irrumpen en este escenario blanquinegro y de tres focos con el fin de romper la monotonía que generan los semáforos y el propio día a día de la rutina hogar, trabajo, hogar.

Yoltic López, malabarista mexicano de 24 años de edad, lleva residiendo un mes en la capital aragonesa. Sin embargo, su historia en la ciudad estuvo a una hora de truncarse al cabo de una semana de su llegada porque no conoció a ningún compañero de profesión. Con los billetes de tren ya comprados y listo para marcharse a Francia, el artista salió de la estación Delicias para amenizar la hora de espera hasta la partida del ferrocarril. En los aledaños de la estación, López tuvo la suerte de encontrarse con otro malabarista subido en un monociclo que le invitó a acudir a la Asociación Artístico-Cultural Compagnia Cronopis. “Yo en ese momento rompí mi boleto del tren y le seguí. Es de las más bonitas anécdotas que me han pasado”, narra el azteca.

Yoltic López, con las mazas delante de los coches. / Foto: Adrián Luis
Yoltic López, con las mazas delante de los coches. / Foto: Adrián Luis

Las razones por las que Yoltic López opta por esta manera de ganarse la vida o esta forma de vida en lugar de un empleo estable son las siguientes: “Es la libertad que me otorga poder viajar alrededor del mundo y, además, compartir la alegría todos los días con las personas, ya que últimamente la gente va en sus autos dirigiéndose a sus múltiples labores y muchas veces necesitamos ese pequeño paso para darnos cuenta de que nos podemos reír, recordar la humanidad”. Su compañera en los pasos de cebra, la actriz y clown italiana de 34 años Elena Garufi, considera “un juego” este quehacer. “Cuando trabajas con la gente y la haces reír, a mí me da mucho. Intento hacer las cosas que me hacen sentir bien en la vida y sigo mi corazón”, se sincera la romana que lleva viviendo un mes aquí.

Ambos artistas coinciden en que la conexión con los espectadores depende, además del talento, de la energía o de la actitud con la que se actúa. “Siempre en todos los tipos de performances o de juegos con un público el primer contacto es importante. Si yo solamente entro, miro a la gente y la gente me mira y ríe sin que haga nada, para mí es una satisfacción”, señala la cómica.

Pero la actitud no solo es una cuestión de las funciones sino también de los ensayos. “Todos los días tienes que trabajar para ser mejor, un malabarista que no trabaja por ser mejor, no es malabarista”, opina Yoltic López que domina las mazas, las pelotas, el diábolo, el kendo, las antorchas y las cariocas con fuego y, en la actualidad, está aprendiendo a montar en monociclo.

Los artistas Yoltic López y  Elena Garufi. / Foto: Adrián Luis
Los artistas Yoltic López y Elena Garufi. / Foto: Adrián Luis

No obstante, trabajar en la calle no es fácil. “A veces es peligroso –comenta López– y mal visto por algunas personas o por la policía”. A pesar de ser ilegal en muchas urbes del mundo, en Zaragoza no se persigue dicha práctica. Para el malabarista, en suma, “tiene más pros que contras”.

Más allá de las monedas que puedan conseguir, estos artistas nómadas solo anhelan robar una sonrisa a los presentes de este show inesperado en plena calzada. “La cosa que es excepcional, que a mí me toca el corazón, es cuando la gente te dice ‘gracias’. Es una cosa pequeña pero que para mí es importante”, concluye Elena Garufi.

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