Fernando Gracia./ Con expectación se ha vivido en nuestra ciudad el estreno de la última película de nuestro paisano Miguel Ángel Lamata. Y no solo por la publicidad previa sino por saber que nuestra Comunidad salía retratada de forma clara y rotunda.
Nada que ver lo que propone Lamata con las tres películas que hasta la fecha había dirigido. Aquellas tenían un toque gamberro que las alejaba del gusto de buen número de espectadores, entre los que me incluyo, pero le sirvieron “para ir practicando el oficio”. Porque nuestro paisano ha pretendido desde muy joven –lo sigue siendo, sobre todo en espíritu- ser un profesional de la imagen, y oscilando entre una y otra ocupación ha acabado por conseguirlo.
Tras un comienzo que me ha parecido realmente brillante, el autor nos propone un juego sobre todo verbal en el que sumerge a sus protagonistas, dos jóvenes con problemas en sus relaciones de pareja. Dos personajes que se conocen de una forma yo diría que muy cinematográfica y que nos remiten a grandes momentos similares de algunas de las mejores comedias de la historia.
A partir de ese ilusionante inicio el filme se desarrolla con fluidez apoyado siempre por las palabras, por el cruce constante de ellas entre los diversos personajes que van apareciendo en pantalla. Tantas que a veces temí que el asunto se le fuera de las manos al director. Pero no, no se le va. Manteniendo siempre el tono de comedia, lo va adornando con pequeñas digresiones visuales de tono más bien irónico, acabando por componer una pieza que a veces llega incluso a recordar a ciertas películas del Rohmer de los años ochenta.
Los personajes hablan y hablan y como es lógico dicen cosas sin importancia y otras con enjundia, y generalmente con ingenio. Porque ahí se nota la mano del Lamata guionista, escritor en suma. Un tipo que de ordinario tiene mucha gracia en sus réplicas y contrarréplicas y que aquí vierte su habilidad poniéndolas en boca de sus personajes.
Ha tenido el acierto de contar con un elenco que consigue decir los textos con absoluta nitidez, entendiéndose hasta la última sílaba de sus parlamentos, algo que con otros muchos actores que pululan por las comedias habituales no hubiera ocurrido, y no digo nombres. Noriega, Fele Martínez y Gabino Diego cumplen con oficio sobradamente, mientras que la televisiva Michelle Jenner está encantadora y muy expresiva en este papel que le ha regalado nuestro paisano. Y digo “regalado” porque dudo mucho que le lluevan muchos otros de comedia con estas posibilidades.
Las conversaciones de los personajes, casi siempre en combinaciones de a dos, abordan incluso temas literarios. A muchos hasta les extrañará que en ellas se cuelen autores como Truman Capote o Charles Bukovski, y no faltará quien lo considere un toque pedante. Cuestión de opiniones. Yo pienso que lo hace con tanta gracia el bueno de Lamata que hasta resulta natural. Y desde luego le da un toque de distinción a la película, que yo diría es cualquier cosa menos vulgar.
No me tienta el chovinsimo a la hora de defender la película. Creo sinceramente que se trata de un producto digno, bien filmado, agradable a la vista, con una buena banda sonora, bien interpretado y que permite verse con una sonrisa. Teniendo en cuenta el lamentable momento de la comedia española y no hablemos la americana, salvo honrosas excepciones, esta al menos no ataca las meninges del espectador.
Aragón luce muy bien en la película, aunque la parte del león se la lleva nuestra Zaragoza. Es un gozo ver conocidos lugares de la ciudad sin recurrir a tópicos. Me parece una idea muy acertada situar la acción en lugares que se conocen y se aman. Como publicidad, terreno que Lamata domina, la película es intachable. Por si fuera poco se añaden algunas colaboraciones de actores de la tierra, tan solventes como María José Moreno o Jorge Usón. Y para guinda, Bunbury regalando una pequeña joya musical.
Lo dicho, opino que Lamata ha despachado un producto más que defendible dentro del espacio de un cine comercial, que no nos olvidemos es fundamental para la industria. Si este se hace con buen oficio y suficiente talento no hay que pedir mucho más.
Y para finalizar, si tanto queremos presumir de lo nuestro, predicamos que hay que protegerlo y pregonarlo, aquí tenemos una pequeña muestra. Obremos en consecuencia.
FERNANDO GRACIA