Fernando Gracia./ Es evidente que Juan Antonio Bayona está haciendo carrera en la industria y que el futuro se le presente halagüeño. No es casualidad que los productores hayan pensado en él para seguir con la saga del Parque Jurásico, ya que la posibilidad de convertirse en un nuevo Spielberg en su faceta de cine familiar parece bastante factible.
Tras triunfar en las taquillas con sus dos primeras películas, “El orfanato” y “Lo imposible”, vuelve con otra historia donde la relación materno-filial domina el argumento. Niño que se está criando sin la presencia del padre, madre con cáncer, abuela de carácter difícil, niño que padece de acoso escolar, y sobre todo niño de gran imaginación que se crea un mundo paralelo, un mundo donde se le muestra el monstruo que da título a la historia, ese “monstruo que viene a verle”.
Un monstruo que surge de un hermoso tejo centenario, un árbol de múltiples propiedades, como se explica en la película.
Debo confesar que me acerqué con algún recelo a la película, acogida por el público allá donde se haya visto con enorme éxito popular, y por tanto receptora ya desde el inicio de críticas que la acusan de exceso de sentimentalismo.
En mi opinión el balance de lo obtenido por el avispado director español es francamente positivo. De hecho, me temía mayores excesos lacrimógenos. Ni se me ha hecho un nudo en la garganta ni creo que se haya pasado el director, aunque no faltará quien opine lo contrario. No sé qué opinarán esos mismos con finales como los de “Campeón”, la de blanco y negro y el remake con Jon Voight, por ejemplo.
Brillantemente realizada, con un excelente uso de los efectos especiales, Bayona pone en cuidadas imágenes el exitoso libro de Patrick Ness, dirigido sobre todo a los niños no demasiado pequeños. Con claras referencias cinematográficas, como “King Kong” –no puede ser más explícita- y “La historia interminable”, retoma el viejo estilo de los cuentos, que por si fuera poco son reflejados en la pantalla por una técnica de animación muy conseguida.
Estamos, a mi modo de ver, ante un hábil producto comercial, que puede ser encuadrado dentro de eso que se conoce como “cine familiar”, aunque repito que no es recomendable para infantes muy pequeños. Un tipo de cine que siempre ha existido y del que no hay que renunciar, ni mucho menos, siempre que se realice con oficio y corrección, algo que abunda en esta producción americana donde no falta capital español y donde algunos de los trabajos técnicos también llevan nuestra etiqueta.
Quizá porque me temía otra cosa, quizá porque pensaba encontrarme con un producto demasiado lacrimógeno –un periodista le tildó de “obsceno” en la rueda de prensa de presentación en el Festival de San Sebastián-, he salido con buen sabor de boca de este filme de un compatriota que a su manera ha puesto una pica en Flandes –léase en el corazón de la industria de toda la vida- lo que muchos desprecian, aunque en el fondo darían cualquier cosa por conseguirlo ellos también.
El chaval protagonista, Lewis MacDougall, con esa cara de mayor que Dios le ha dado, cumple sobradamente con el bombón de papel que le ha tocado en suerte. Felicity Jones y la recientemente premiada en Donosti, la solvente SigourneyWeaver, cumplen sin problemas con sus papeles. Liam Neeson “es” el monstruo. Mejor dicho, su voz lo es.
No hace falta que lleven tantos pañuelos, como algunos exagerados decían. Al revés, el filme es suficientemente positivo como para salir sin que el ánimo quede encogido.
FERNANDO GRACIA