Fernando Gracia. El nombre de Jim Jarmusch lleva varias décadas asimilado al “indie”, o sea al cine más o menos independiente americano. Sus películas han ido llegando a nuestras pantallas con cierta regularidad, aunque salvo leves excepciones con escasa repercusión en el público.
Tampoco da la impresión de que “Patterson” lo logre, aunque sí debería llamar la atención a los buenos aficionados, aquellos que tanto se quejan de la mediocridad imperante y que luego dejan pasar títulos que no caen en ella.
Jarmusch firma un título que se mueve contra corriente, porque a quién se le puede ocurrir una película en la que la poesía es el eje fundamental. Una película donde apenas pasa nada, donde no hay una peripecia que contar, y por si fuera poco, sus protagonistas son unos buenos tipos, que trabajan, aman y en sus ratos libres leen y escriben versos. Una rareza, vamos.
Patterson es el nombre de una ciudad del estado de Nueva Jersey y también es el nombre del protagonista, un joven que se gana la vida conduciendo un autobús urbano. El guión nos muestra una semana cualquiera de su vida: levantarse, desayunar, ir al trabajo, hacerse cargo del bus, comer, volver a casa, besar a su esposa, cenar y dormir. Y mientras tanto pensando en versos que en sus ratos libres plasma en una libreta.
Se podría etiquetar esta forma narrativa en una especie de nuevo neorrealismo, permítaseme la expresión. Si el espectador entra en la propuesta, si se deja llevar por la exquisitez de su discurso y la limpieza de su puesta en escena, seguro que va a disfrutar. En el fondo resulta un filme… relajante. Y desde luego alejado de toda moda y desde luego del griterío de tanta y tanta comedia alocada. Porque también, a su manera, podríamos definir la película como una comedia. Aunque sin risas pero sí con alguna media sonrisa.
El poeta conductor es Adam Driver, joven visto en algunas de las películas últimas de la serie Star Wars, o sea que quien suscribe no lo había visto. Compone su personaje con eficacia y convicción. El resto del reparto resulta absolutamente desconocido para un servidor.
Es curioso que Jarmusch vuelva a hacer comedia alrededor de un vehículo público, porque ya lo hizo en la que considero uno de sus mejores trabajos, “Noche en la tierra”, donde el vehículo era un taxi. Como chiste privado, anotar que en un momento dado se pondera la belleza del cine en blanco y negro, sistema muy utilizado otrora por el director, aunque en esta ocasión haya optado por un agradable color.
No es cine para todo el mundo, pero sí recomendable para aquellos que quieran huir de lo más socorrido y manido. Y se sale con un buen sabor de boca ante lo positivo de la propuesta.