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¡El último que apague la luz!

Francisco Javier Aguirre. Emma Ozores tributa un homenaje a su padre en la obra ‘¡El último que apague la luz!’, que se ha presentado durante el pasado fin de semana en el Teatro de las Esquinas, interpretada por ella misma y por Alfonso Delgado. Es una visión cómica de la realidad, una pieza compuesta por diferentes episodios en los que desfilan formas y maneras de hacer teatro en el pasado reciente. Los dos protagonistas abordan situaciones críticas, a veces límite, pero en el fondo hilarantes, en las relaciones entre hombre y mujer.

‘¡El último que apague la luz!’ es una comedia amable, divertida, que trae a la memoria de los espectadores veteranos, y no tanto, la imagen de Antonio Ozores, prolífico protagonista de más de un centenar de películas e innumerables representaciones teatrales. Dentro de unos meses hará ocho años que se fue, pero su memoria y su obra perviven en la figura y el trabajo de su hija. Incluso al final de esta representación, como guinda del pastel, podemos escuchar su voz inconfundible recitando su también inconfundible retahíla de atropelladas consideraciones incomprensibles sobre lo divino y lo humano.

Las relaciones de pareja son el eje de la trama de los diversos episodios. Jóvenes, viejos, amigos, novios o casados, la mujer y el hombre pelean por su espacio y esgrimen sus razones de vivir. Cuestiones todas de plena actualidad. La interpretación de Emma es fluida, con alguna semejanza a la de su padre en cuanto a la plasticidad de los personajes que representa. Destacan también sus recursos fonéticos y gestuales. Alfonso Delgado le sigue a su ritmo, contraponiéndolo en ocasiones con una actitud más adusta y monolítica.

El texto tiene su punto de surrealismo, que invita al espectador a imaginar un muñeco vestido de bombero y sentado en una silla, un niño recién nacido, un biberón, un caballo, un camarero y otros elementos estrafalarios que componen el marco escénico.

El público es invitado a patear a los malos actores a la antigua usanza, tras ser informado de lo que era la claque, o clac, formada por quienes se comprometían a aplaudir en el teatro tras obtener entradas baratas, o de la utilización de los ‘apartes’ en escena. Una función con la mirada puesta en el pasado, pero con clara vocación de presente.

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