Francisco Javier Aguirre. La compañía Els Joglars está ofreciendo (7 a 9 de diciembre) en el Teatro Principal su último espectáculo teatral, escrito y dirigido por Ramon Fontserè sobre la figura del pintor, escritor y dramaturgo catalán Santiago Rusiñol (1861-1931). La obra se estrenó hace tres semanas en Valladolid, y en su montaje ha contado con la colaboración de Albert Boadella, fundador y referencia constante de la compañía.
Rusiñol es considerado el padre del modernismo y fue un destacado personaje del mundo intelectual y bohemio de la Barcelona de su tiempo, con intensa presencia también en París. Su obra literaria fue siempre en catalán y se distinguió por sus ideas aperturistas y vanguardistas.
Entre sus cuadros más importantes se encuentra ‘La morfina’, justamente la pintura que está desarrollando en el show. Rusiñol fue adicto a esta droga y mientras dibuja su cuadro se encuentra con una serie de alucinaciones que sirven para construir una mordaz crítica sobre la Cataluña actual frente a la Cataluña culta, cosmopolita y cívica que él representa.
Sin embargo, no es el personaje histórico quien protagoniza la obra, sino un jardinero retirado que asume su papel y lo dramatiza en el Museo dedicado al pintor. El conflicto surge cuando la Comisión asesora de Bellas Artes del Gobierno catalán decide transformar el edificio en el Museo de la identidad nacional.
A partir de este suceso, la acción ensambla una serie de episodios llenos de comicidad, de sátira y del buen hacer dramático propio de El Joglars. Hay abundantes referencias a la situación actual, y también una espectacular interpretación de la canción fascista ‘Faccetta nera’, que proyecta la preocupación generalizada en el momento actual por el retorno y el avance de los fanatismos en la política contemporánea, tanto en Europa como en otros continentes.
La ambientación musical de David Angulo es excelente, las interpretaciones son impecables, destacando el protagonismo de Ramón Fontseré, muy bien secundado por Pilar Sáenz, Dolors Tuneu, Xevi Vila, Juan Pablo Mazorra y Rubén Romero. Dirección escénica de Alberto Castrillo-Ferrer, un aragonés, precisa y minuciosa. Toda la obra constituye un paso al frente, uno más, de esta compañía social y artísticamente irreprochable.
La sesión del viernes, día 7, concluyó con un pequeño coloquio entre actores y espectadores.