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Contra la democracia

Cartel de ‘Contra la democracia’.

Francisco Javier Aguirre. Prosigue el ciclo Zaragoza Escena 2018, ahora en el Teatro de la Estación donde, bajo la dirección de Antonio C. Guijosa, ha presentado la compañía Teatro del Noctámbulo, de Extremadura, el pasado 27 de septiembre, su obra ‘Contra la democracia’, original de Esteve Soler, con larga trayectoria en los escenarios de muchos países europeos y americanos.

Interpretadas por José Vicente Moirón, Memé Tabares, Gabriel Moreno y Marina Recio, desfilan ante el espectador siete historias que van ganando profundidad a medida que se desarrolla la representación. En ellas hay un denominador común: la puesta en cuestión de nuestro sistema democrático, y la conclusión de que el cambio político hacia la democracia es una aspiración más que una realidad.

La pieza nace en la mente del autor tras constatar que el capitalismo consumista deforma la palabra democracia hasta convertirla en negativa. Se trata de denunciar un engaño colectivo, cada día más escandaloso, y de poner de manifiesto que el verdadero poder lo ostentan entidades difusas, pero altamente operativas, en cuya configuración y gestión no intervenimos la mayoría de las personas. Son patrimonio secreto del llamado Poder Profundo, consolidado por los grandes capitales y sus lacayos, en muchas ocasiones los políticos que gobiernan nuestras presuntas democracias.

En las siete piezas que constituyen el conjunto se utilizan argumentos, recursos y estilos distintos, pero siempre contundentes. Del realismo mágico al surrealismo, pasando por el teatro de la crueldad y el esperpento, para llegar a la distopía final que conduce a que personajes tan nefastos como el rey genocida Leopoldo II de Bélgica y Dick Cheney, el nefasto y todopoderoso empresario que fue vicepresidente de los Estados Unidos con George W. Bush, dialoguen en un bar contemporáneo antes de cometer un delito nefando.

La interpretación es convincente desde el inicio por parte de los tres actores principales, siguiendo esa estela la joven Marina Recio con papeles secundarios, pero igualmente eficaces. Una escenografía impactante y alusiva, de gran plasticidad, envuelve la acción y traslada al espectador a los ambientes sórdidos en los que se desarrolla la trama.

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