Francisco Javier Aguirre. Jaime Rosal del Castillo es un hombre del Renacimiento, un humanista moderno, que destaca por su amplitud de miras intelectuales, literarias y artísticas. Por señalar un elemento imprescindible en su amplia trayectoria profesional, hay que recordar que, junto a su esposa Birgitta Sandberg, fundó y dirigió la prestigiosa revista de música clásica y alta fidelidad ‘CD Compact’.
Es al mismo tiempo un narrador de fuste, alguien que evita el simple mimetismo, así como el lenguaje voraz y efectista del que hacen gala algunos de los triunfadores del momento. Tiene en su haber un puñado de novelas y libros de relatos elaborados con aliento propio. Huye del oportunismo argumental que recurre a temas tópicos, a detectives clónicos y a la recreación histórica cultivada por cronistas que repiten personajes y episodios suficientemente contrastados por la historiografía académica. En una palabra, prescinde de las modas del momento y se dedica a profundizar de forma muy personal en situaciones y ambientes desde los que se obtiene una visión original, creativa y constructiva de la realidad.
En esta cuna nace su última publicación como recopilador, antólogo y traductor, Los Silfos, editada por Sd Edicions, en Barcelona, una recuperación de textos discursivos y narrativos de autores franceses del siglo XVIII, hoy desconocidos para la mayoría de los lectores, pero plenamente vigentes en una visión amplia y significativa de la historia de la literatura.
Montfaucon de Villars, Claude Prosper Jolyot de Crébillon, Jean François Marmontel y Pierre Jean Baptiste Nougaret, entre otros, con algún anónimo añadido, conforman este volumen incluido en la colección ‘El Siglo de las Luces’, que el propio Jaime Rosal dirige. Un libro de bella concepción y exquisita factura, circunstancias habituales, y de agradecer por los amantes de los libros, en las publicaciones de Sd Edicions.
Introduciendo los textos recopilados con una alusión a Jorge Luis Borges, en su Libro de los seres imaginarios, elige a los silfos, o sílfides, los espíritus del aire, para rescatar una serie de referencias y narraciones de los autores citados. A un lado quedan las otras tres categorías de seres imperceptibles para los humanos sin carisma, pero vivos, según aseveran quienes ven más allá de la realidad superficial: los gnomos de la tierra, las ninfas del agua y las salamandras del fuego. Será interesante que el autor de este florilegio torne su mirada más adelante hacia ellos en un nuevo trabajo de recuperación y edición.
El que ahora presenta, contiene alicientes de alta densidad, recogiendo ambientes, historias y sucesos que retratan muy bien la época en sus aspectos más domésticos, más íntimos, desarrollándose los episodios en medio de un mundo burgués, paradójicamente ilustrado, pero que da cauce y credibilidad a la intervención de esos sorprendentes elementos mitológicos de la naturaleza. Deliciosa la lectura en la precisa y preciosa traducción del propio recopilador, que nuevamente muestra aquí su solvencia literaria.
En la misma línea, ha recuperado figuras del relieve de Casanova, Holbach, Helvetius, Diderot, Gautier, Ducasse, Beaudelaire, Mallarmé y Montaigne, entre otros, sobre quienes ha dado a conocer varios estudios de gran interés.
La colección ‘El Siglo de las Luces’, dedicada a los ilustrados del siglo XVIII, reúne obras muchas veces inéditas en España, y próximamente ofrecerá obras de Louis-Charles Fougueret de Monbron, Antoine de Rivarol, Sylvain Maréchal y otros autores de gran interés.