
Fernando Gracia. Denys Arcand se dio a conocer en nuestro país hace tres décadas con “El declive del imperio americano”, siendo “Las invasiones bárbaras” la que le colocara en la cima tras haber conquistado el óscar a la mejor película de habla no inglesa, lo que se comprende al rodar habitualmente en francés, ya que es canadiense de Montreal.
En un claro guiño a su primer gran éxito, ha titulado la que ahora nos llega como “La caída del imperio americano”, título que cabe tomar como una humorada y que bien podría despistar a más de uno.
El guion, también de Arcand como de costumbre, nos muestra a un empleado de una empresa de reparto urgente, licenciado en filosofía aunque no viva ni mucho de menos de ella. Lo que no es óbice para que continuamente recurra a frases y citas literarias así como a pensamientos extraídos de la obra de conocidos filósofos.
La vida del joven es más bien aburrida, no parece muy dotado para las relaciones sentimentales, está muy motivado por las causas sociales y tiene todas las trazas del clásico “perdedor” tan habitual al cine americano. Hasta que se encuentre con un montón de dinero y…
Pero, ay, esta película es americana pero no de los del imperio, sino de los amigos de un poco más arriba, los canadienses, y está aromatizada por la sutileza y el tenue humor de su director, capaz de saltar de un tono a otro casi sin darnos cuenta, para moverse de esa forma entre la comedia de suave humor, el género policíaco, la comedia sentimental, la sátira política y como telón continuo de fondo la crítica social.
A mi modo de ver son algunos diálogos lo mejor de la película y su cierta inverosimilitud su mayor defecto. Aun así debo decir que en todo momento resulta entretenida, agradeciéndose la intención del autor de no moverse por terrenos demasiado trillados.
En el fondo de todo se aprecia un intento de satirizar aspectos de su país, contradiciendo la imagen que para algunos pueda tener de lugar aséptico y casi perfecto. Aunque las referencias a la corrupción y la doble moral son aplicables a cualquier sitio, se nota el interés de Arcand de recalcar que sus paisanos no se libran de ello. Eso sí, todo con pulcritud y elegancia.
En el reparto de caras poco conocidas para nosotros se aprecia la presencia de un actor veterano habitual en su cine, Remy Girard. En esta ocasión interpreta a un expresidiario, experto en el manejo de fondos opacos.
Película interesante, sutil, algo confusa en algunos detalles relativos al destino de la pasta, y recomendable si se entra en ella. No tanto lo será para aquellos amantes del ritmo desenfrenado y tramas convencionales.