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La palabra liberada

Fernando Gracia. En fechas señaladas para el mundo cristiano llega a nuestras pantallas una película que aborda un tema escabroso aunque de triste actualidad como es la pederastia en el seno de la Iglesia. Tema duro, que a veces cuesta admitir, pero tristemente cierto. Y si el cine debe ser, entre otras cosas, un vehículo para abordar los grandes temas, éste lo es mal que nos pese y con esconder la cabeza debajo del ala no se van a resolver.

François Ozon escribe y dirige ‘Gracias a Dios’, irónico título para contar una historia inspirada en hechos reales. El escándalo en la archidiócesis de Lyon por la reprobable conducta de un sacerdote siempre relacionado con niños, sobre todo por su trabajo en los boy scouts.

No hace mucho tiempo pudimos ver una producción americana con cierto parecido, “Spotlight”, en aquella ocasión relacionado con las pesquisas de un grupo de periodistas sobre un tremendo escándalo similar que afectaba a la diócesis de Boston. Personalmente opino que la película que ahora nos llega es mucho más directa y eficaz cara el espectador, al centrar su atención en varias víctimas que se avienen a declarar años más tarde de los hechos.

Es en la construcción de estos personajes donde la película alcanza su mayor fuerza, al plantear Ozon diversas formas de abordar este trauma, con diálogos intensos y creíbles, intentando permanecer en la medida de lo posible en una posición centrada, consiguiendo que los espectadores se posicionen. En el fondo, el desiderátum de cualquier artista que se precie: no dejar indiferente a quien vea su obra, moviéndole a la opinión.

La trama va creciendo continuamente desde un comienzo pausado, en el que asistimos a la toma de postura de un padre de familia numerosa, católico practicante, modelo de esposo y de padre. Poco a poco se van incorporando personajes –víctimas y allegados-, como un ateo muy concienciado políticamente, o un joven conflictivo con una vida echada a perder, o un cirujano exitoso de posición más centrista.

La película abunda en diálogos, algunos de ellos realmente duros por causa de lo sórdido del asunto, pero en ningún momento resulta teatral al mover Ozon con habilidad la cámara, con su habitual estilo que algunos juzgan como frío pero que en mi opinión resulta ser casi siempre muy efectivo.

El filme se beneficia de un soberbio trabajo interpretativo coral, con nota sobresaliente para Denis Menochet como el combativo ateo que quiere disparar por elevación y no sin razón, y Bernard Verley haciéndose cargo del desagradable rol del cura pederasta.

La película fue reconocida recientemente en el Festival de Venecia y seguramente será polémica, como se puede comprobar leyendo algunos comentarios en diferentes tipos de prensa, cada uno de ellos arrimando el ascua hacia su sardina. En una palabra, la mejor constatación de que el director ha acertado.

Filme duro, que no deja indiferente, muy bien realizado. Porque podría darse el caso, como muchas veces ocurre, que se abordan temas interesantes pero no se logra una buena película, porque falla en sus conceptos cinematográficos. Opino que no es este el caso, porque Ozon es un buen escritor y un competente realizador, con una carrera a sus espaldas jalonada por unos cuantos éxitos, como aquel “Franck” con que nos obsequió hace un par de temporadas, o sus espléndidos trabajos “En la casa” u “Ocho mujeres”, por citar solo algunos.

Algunos dirán que no eran estos los días propicios para estrenar una película como esta. Discutible. Quienes aman su religión son –somos- los primeros que debemos exigir que esto se aborde y se subsane. Que una cosa es la religión y otra sus miembros, hombres a fin de cuentas y por tanto falibles.

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