Fernando Gracia. Precedida de una buena aceptación en su país de producción, Francia, nos llega un interesante trabajo de una directora inédita en nuestro país, Jeanne Herry, con escaso bagaje también en el suyo: esta es su segunda película.
El filme aborda el tema de las adopciones y de las familias de acogida, así como del deseo de ser madre de las personas que optan a esas adopciones.
El guion se centra principalmente en dos historias, la de una mujer de poco más de cuarenta que lleva bastante tiempo intentando que le asignen una criatura y la de un padre de acogida, casado y sin trabajo, que a su vez tiene una hija biológica. Como nexo de unión de ambas historias se nos narra el día a día de diversos profesionales encargados del sistema de adopciones, sicólogos, evaluadores, organizadores, etc.
En buena parte de la película el desarrollo casi se puede decir que corresponde al estilo documental y está resuelto con pulcritud, de forma didáctica y siempre desde un punto de vista positivo y por qué no, laudatorio hacia el propio sistema.
La parte melodramática, o sea la referente a las diversas historias entrecruzadas, es quizá más desigual aunque nunca se le va de las manos a la directora. La buena actuación de Gilles Lellouche como padre de acogida y la de Elodie Bouchez como mamá expectante ante la posibilidad de que le asignen a un niño, hace que ambos personajes funcionen muy bien, logrando la empatía de los espectadores.
Sin llegar a ser un filme de altos vuelos, sí considero que puede interesar a muchos tipos de público, por el trato humano y humanista del tema y por la limpieza con la que la directora nos presenta la trama, que en otras manos pudiera haber derivado hacia la lágrima fácil o al tremendismo.
El espectador avezado piensa al comienzo si no se va a encontrar con un filme al estilo del Ken Loach más radical, aquel de hace dos o tres décadas, en el que repartía estopa al sistema británico. Pero enseguida se puede apreciar que es todo lo contrario, aunque en ningún momento llega a caer en el halago fácil, como si estuviera subvencionada por el poder establecido.
Es en ese equilibrio, y por qué no, en la bonhomía que a la postre despide el filme, en lo que descansan las bondades de esta agradable película.
A destacar también que hace un pequeño papel la excelente actriz Miou Miou, a la sazón madre en la vida real de la directora.
Como también se puede destacar que el título español, “En buenas manos”, es curiosamente tan acertado como el original, que vendría a ser algo así como “Tutela”.